2015 colaborativo en 15 párrafos

Club de Reparadores, área de costura

Se fue un año complejo en Argentina y el mundo. Con altas y bajas, avances y retrocesos, muchas veces mezclados. El panorama es confuso; el desafío más grande es a veces tratar de entender qué es un avance y qué un retroceso en términos de distribución, equidad, buen vivir, bien común. Que la discografía de los Beatles llegue a Spotify, ¿mejora o empeora las cosas en términos de cultura libre, o de cultura nomás? La expansión de Uber y Airbnb, ¿lleva a un mundo con recursos más distribuidos o más concentrados? La tecnología da todos los días nuevas posibilidades a los ciudadanos, pero también a las corporaciones, a los gobiernos, a los poderosos del mundo. La información ayuda si fluye y amenaza si se concentra; lo colaborativo no son las herramientas sino las personas. Como decía Fogwill, “escribo para que no me escriban”; es necesario seguir pensando, juntos, para que no nos piensen.  Aquí un recorte posible del año que pasó: quince destacados en términos de colaboración, p2p, trabajo de red, sustentabilidad, cultura libre, consumo responsable. ¿Están de acuerdo? ¿Qué agregarían?

La economía colaborativa avanza de forma líquida

En 2015 se lanzó por primera vez en Argentina una plataforma de alquileres entre pares, Bepots. Sin embargo, le costó instalarse, y sigue en beta; todavía no hay una masa crítica de usuarios que la convierta en una alternativa real. Al mismo tiempo, de forma mucho menos organizada y consciente -más descentralizada-, se multiplican las opciones de préstamos, alquileres, compraventa de usados y donaciones entre particulares en redes sociales. Quizás quienes postean la venta de una bicicleta infantil usada no lo llamen consumo colaborativo, pero lo practican 🙂
Los esquemas van madurando y el presente no se parece a lo que habíamos imaginado. Varias de las plataformas “oficiales” de economía colaborativa relevadas cuando elaboramos la guía de el plan C, en noviembre de 2013, cerraron o “pivotearon”, cambiaron su modelo de negocios. Solo en 2015, abrió y después congeló sus actividades Bepots, quedó en stand by el portal de cursos p2p Educabilia, y la plataforma de préstamos p2p Wayni pivoteó hacia un novedoso trabajo con bitcoins.
En el área de transporte colaborativo, Vamos a la cancha, Vayamos juntos y Ruta compartida dejaron de funcionar, y Sincropool se enfocó de lleno en el área de optimización logística; Hagamos Pool integró su base de usuarios con la de Tripda, la única plataforma de carpooling que quedó en pie, junto con Carpoolear. Tienen grandes diferencias: Carpoolear es una organización local impulsada por una ONG, mientras que Tripda, de escala mundial, está sostenido por Rocket, un importante fondo de inversión.
Este decantamiento local coincide con los indicadores globales. Parece que, al menos por ahora, la economía colaborativa es más un conjunto de prácticas que un modelo de negocios sustentable para startups. El próximo OuiShare Fest se está construyendo en esta línea, bajo el nombre de “Después de la fiebre del oro”. Es interesante ver qué quedará del movimiento cuando podamos terminar de separar la paja del trigo. Mientras, la colaboración sigue adelante, de la vida real a las redes sociales y vuelta, de forma cada vez más microfísica, casi inadvertida, colada en la cotidianeidad.

Separar paja de trigo

fuera_uber_uruguay

2015 fue el año en que por fin se oficializaron las dudas sobre el sentido real de términos controvertidos como “sharing economy”, o economía del compartir. Cada vez son más los que se cuestionan si corresponde hablar de compartir en ciertas plataformas que proponen alquilar, o simplemente comprar un servicio por internet. El aumento de los cuestionamientos es directamente proporcional al explosivo crecimiento de las ex startups que se consideran punta de lanza de la “sharing economy”, Airbnb y Uber. Los números impresionan: Uber ya recaudó más de 8000 millones de dólares de capital de riesgo, ganó 10.000 millones solo en 2015, y alcanzó una valuación de 62500 millones en apenas seis años, mucho más rápido incluso que Facebook, según detalla Neal Gorenflo en un impactante artículo donde opone las “estrellas de la muerte” a las “cooperativas de plataforma”. Resistido por taxistas de todo el mundo, de Uruguay a Bangkok, se encamina a un monopolio global, muy lejos de las ideas de equidad, autogestión y bien común (e incluso de legalidad). Por cierto, insistentes rumores afirman que desembarcaría en Argentina en marzo. Por su parte, Airbnb comunicó que 40 millones de personas contrataron alojamiento a través de la plataforma en 2015. Solo en la noche del 31 de diciembre hubo más de un millón de reservas; en Argentina, la cantidad de propiedades listadas aumentó en un 50 por ciento. Como manda el capitalismo, estas ganancias extraordinarias se reparten entre los inversores; en términos de competencia, distribución del ingreso, toma de decisiones y manejo de la información, estas startups con anabólicos no tienen mucho de colaborativas. Lo bueno es que con su carácter disruptivo instalan en el centro del debate la incómoda discusión sobre el status de los trabajadores en las redes de servicios p2p (no tan p2p, en tanto cuenten con este intermediario “Gran Hermano” que acumula información y millones). Cada vez más voces reclaman por una “economía realmente colaborativa”, una “economía colaborativa más justa”. Que los marcos legales estén obsoletos y corran atrás de la realidad no es excusa para desentenderse de la ley, que se inventó para proteger a las partes más débiles; si las normas son viejas, hay que pensar otras nuevas.

El acceso está venciendo a la propiedad (y no es exactamente como lo soñábamos)

Cuando Rachel Botsman dio su charla en TEDxSydney, en 2010, empezó con un ejemplo que involucraba DVDs intercambiados de una punta a la otra de Estados Unidos. Era un ejemplo curioso, digamos legalista, porque en ese momento ya hacía casi una década que el intercambio de archivos p2p vía torrents gozaba de buena salud. Pero hoy sería un ejemplo insostenible: hace rato que el quiere ver entretenimiento audiovisual variado de forma legal puede hacerlo por una tarifa plana con sistemas del estilo de Netflix (que suma 75 millones de usuarios en 190 países). Lo mismo en relación a la música, donde Spotify se consagró vencedor del mercado, también con 75 millones de usuarios (20 pagos). Hace veinte años habría sido inimaginable: una enorme cantidad de la música del mundo a disponibilidad desde el teléfono, gratis o por un abono mensual que cuesta menos que un disco.
Al pasar a Spotify y Netflix, se pasa de comprar un producto a disfrutar un servicio, que es personal y se paga por período de uso. No más fetichismo de coleccionar cajitas, pero tampoco más prestarse discos ni heredar la colección de un amigo que se muda. Elegimos acceder en lugar de poseer, y en ese mismo acto renunciamos a los derechos sobre las formas físicas de aquello que, bien mirado, tampoco es físico: música, películas. Para las grandes empresas del negocio del entretenimiento, pasamos del status de clientes a usuarios: la batalla ya no está en el precio, sino en los términos y condiciones. Las tarifas de los abonos son del tipo “una oferta que no se puede rechazar”: el verdadero pago es el de nuestros datos, estudios de mercado en tiempo real y cien por ciento precisos que permiten producir bienes culturales a medida de la demanda. El próximo rubro a pasar al paradigma del acceso es la movilidad; las grandes automotrices ya están presentándose como proveedoras de servicios. Nos liberamos de muchas cosas, pero nos atamos en otros sentidos.

Más bicis compartidas

Bicicletas públicas rosarinas. Foto de Salvador Hamoui, publicada en Conclusion.com.ar

Las plataformas de bicicletas públicas, otro eje de la movilidad pensada en función del acceso, avanzan en las ciudades más grandes de Argentina. En Buenos Aires, Ecobici amplió su red, sus horarios y su cantidad de unidades. En La Plata funciona La Plata en bici. En Mendoza, que tenía bicicletas públicas en la capital desde abril de 2014, arrancó este año la integración del sistema En la bici en cuatro departamentos: Ciudad, Luján de Cuyo, Maipú y Godoy Cruz, cubriendo toda el área metropolitana. Y en los últimos meses se sumó Rosario con el sistema Mi bici, tu bici;  todavía se está discutiendo si el uso será tarifado o gratuito, como en el resto del país. De todos modos es una política ambiental y de planificación urbana que contempla el disfrute del espacio público y la bici como algo que no es necesario poseer para disfrutar. Ya hay algunas experiencias piloto también en Córdoba y Río Cuarto.

Estalló el coworking

En agosto se cumplieron diez años de coworking en el mundo. En octubre se celebró la primera Semana del Coworking a nivel nacional, con apoyo oficial de los gobiernos de la ciudad de Buenos Aires y la provincia de Córdoba. Hubo charlas, talleres y pases abiertos para probar la experiencia. Para esa fecha contamos 60 espacios de coworking en 17 ciudades; al menos 17 habían abierto en 2015. Y el número siguió creciendo en los últimos meses del año. Los 1660 puestos de trabajo y al menos 2196 coworkers que relevamos en la encuesta 2014 ya quedaron cortísimos. Pronto publicaremos los resultados de la encuesta 2015, que incluye al menos cuatro espacios gratuitos a cargo de universidades y gobiernos. Si tenés un espacio de coworking y no recibiste invitación para completar la encuesta, entrá acá.

Segunda Semana de la Economía Colaborativa

Por segundo año consecutivo, en mayo de 2015 América latina celebró la Semana de la Economía Colaborativa, un festejo colectivo y descentralizado donde 150 coproductores de 23 ciudades dieron visibilidad al movimiento colaborativo con 95 eventos, de México a Argentina. Hubo charlas, minkas, encuentros, talleres, coworking abierto, videoconferencias, impresión 3D y un cierre con Disco Sopa y música.

Consagración de las Disco Sopas

Cocinando en la tercera Disco Sopa

Lo que en noviembre de 2014 era una novedad impulsada por una viajera francesa, en 2015 se convirtió en Disco Sopa Argentina, un grupo organizado de discusión y trabajo sobre el despilfarro de alimentos, que incluye a participantes de FAO Argentina y del ministerio de Agricultura. Se celebraron tres Disco Sopas en el año, y se multiplicó la difusión y la concientización en medios de comunicación.

Debut del Club de Reparadores

Otra gran iniciativa global llegó por fin a la Argentina y arrancó con todo: el repair café, espacio que promueve el arreglo de objetos para luchar contra la cultura de lo descartable. Aquí tomó la forma del Club de Reparadores, un encuentro de reparación itinerante que tuvo su brillante debut a fines de noviembre en el Parque Lezama de Buenos Aires. Funcionó tan bien que ya se organizó el primer encuentro de 2016, en Bariloche. Y el post de el plan C que lo anunciaba fue el más visto del año por lejos; fue compartido cien veces en Facebook y logró el milagro de reparar hasta la abulia y revivir los comentarios de la página.

Pérdidas y legados

En otoño de 2015 cerró el Hacklab Barracas, un lugar que fue centro de irradiación de la cultura autogestiva porteña durante un par de años. Unos meses antes había cerrado también La Fabricicleta, el primer taller colaborativo de ciclomecánica. Estos sí son retrocesos :/ Sin embargo, nada se pierde del todo nunca. Ya son leyenda; el legado de su trabajo sobre autogestión y conocimiento abierto sigue circulando y practicándose en decenas de grupos por todo el país (como el taller popular de ciclomecánica Suipacha, de Córdoba, que organiza los encuentros Contrapedal). Parte de lo creado puede compartirse online.

Viva el hardware libre

Enderezando la torre, por Julián De La Reta

Ahí donde los ideales del software libre se tocan con el universo físico nace el hardware libre: la idea de que las herramientas e instrumentos que necesitamos para vivir también pueden ser usadas, estudiadas, distribuidas y mejoradas libremente. De que, con conocimiento libre, compartido y colaborativo, todos podemos producir las tecnologías que precisamos de manera más efectiva y adecuada (y, a veces, más barata) que lo que ofrece el mercado; un gran ejemplo es el proyecto Open Source Ecology. Con esta filosofía, el equipo de AlterMundi enseña a las comunidades rurales en Córdoba a crear y configurar sus propias redes para acceder a internet; en 2015 ganaron un premio FRIDA por su trabajo. Esta tarea de reapropiación y horizontalización de los procesos de producción de la infraestructura necesaria a través del código abierto tiene también una pata mucho menos compleja en lo técnico, pero más desafiante en lo social, ligada a la autoconstrucción de viviendas. Aquí el paraguas conceptual de la tecnología apropiada (“la tecnología más sencilla posible que la gente común pueda usar sin depender de sistemas que no controlan”), se liga a la ideología de las comunidades permacultoras y de transición que buscan disminuir el impacto ambiental y la dependencia de los combustibles fósiles. En 2015 florecieron en Argentina -y en todo el mundo- iniciativas de construcción en barro, baños secos, calefones solares, estufas, y también distintos prototipos de vehículos eléctricos de bajo consumo, potenciadas siempre por la colaboración, intelectual y física. Donde esta cosmovisión se cruza con las herramientas del universo maker, las posibilidades explotan.

Y hablando de makers

En el resumen de 2014, la imagen elegida era la de Felipe Miranda, el chico que disfruta una prótesis de mano hecha colaborativamente con herramientas de fabricación digital por la gente de Darwin Research. Un año después, uno de los creadores de la mano de Felipe, Gino Tubaro, ganó el primer premio del concurso “Una idea para cambiar la historia”, de History Channel -60.000 dólares-, con su proyecto LIMBS: una plataforma electrónica para el desarrollo de prótesis impresas con tecnología 3D que puedan ayudar a personas de cualquier lugar del mundo. Otro chico casi de la edad de Felipe salió en los diarios de todo el mundo por sus habilidades maker incomprendidas: Ahmed, que llevó a su escuela en Texas un reloj que había fabricado, fue detenido como sospechoso de portar una bomba y terminó felicitado por el presidente Obama. Los makers se parecen a los superhéroes y a los supervillanos, y sobre todo a los chicos. El proyecto Emosillas, diseñado por Ilaria La Manna de Fab Lab Argentina y desarrollado por Fab Lat Kids, ganó en agosto el Global Fab Lab Award en Boston con su propuesta de expresar las emociones de los chicos a través de la creación digital de muebles. Cada vez hay más espacios maker en todo el país; a la lista de 2014 sumamos este año uno en la ciudad de Córdoba, otro -comunitario- en Villa María, y un tercero abrió en agosto en Bariloche.

Ladramos, Sanchas

Encuentro con Lawrence Lessig en Emergencias

Fue un año rico en encuentros, jornadas, festivales, diálogos y tejido de red. A principios de año se celebraron en Buenos Aires (y en buena parte del mundo) ediciones 2015 del OpenDataDay, Flisol y FabLatFest, todos alineados a la cultura abierta y colaborativa. En junio se celebró el Encuentro de Nuevas Economías en Bariloche, con gente de Minka y de la Fundación del Bien Común. En primavera llegó el momento de difundir; tuve la suerte de participar en la conversación sobre economía colaborativa en la HacksHackers Mediaparty, Sustainable Brands, la Semana del Coworking, Move.Uy e Interacción 3D.
Los movimientos en pos de nuevas formas de participación ciudadana y construcción colaborativa están rompiendo las fronteras territoriales; las redes comparten información, recursos y apoyo de manera regional y más allá. En 2015 se lanzó la red de mediactivismo y comunicación alternativa Facción, que integra colectivos culturales y de comunicación de toda América latina y España. Hacia fin de año, y de manera consecutiva, se celebraron en Río de Janeiro dos grandes encuentros. En noviembre, el Laboratorio Iberoamericano de Innovación Ciudadana #LabiCBR seleccionó a 12 proyectos de América latina y reunió a sus representantes durante 14 días para que trabajaran juntos en metodologías para la movilización ciudadana. Apenas después, el 7 de diciembre, la misma Río albergó la inmensa energía dinámica de Emergências, un encuentro global de activismos por el que pasaron más de diez mil personas para discutir y sus urgencias, marcar agenda, pensar y cocrear el futuro en red. En términos de comunicación, sigue su vuelo la revista Pillku, dedicada al procomún y la cultura libre, y creada colectivamente de manera abierta por contribuyentes de toda América latina. En diciembre pasado publicó su número 19; desde 2015, hasta los temas de cada edición se deciden de forma colaborativa.

Recrudece el debate sobre privacidad y vigilancia

El 23 de febrero, la documentalista Laura Poitras subió al escenario del Kodak Theatre de Los Ángeles para recibir el Oscar a mejor documental por Citizenfour, la película que narra la historia de Edward Snowden y cómo decidió denunciar a la prensa el espionaje masivo y sistemático de su país. Fue un foco importante para iluminar la lucha contra la vigilancia masiva, la contracara oscura y distópica del relato optimista del mundo conectado donde la tostadora prepara las tostadas por bluetooth.
En Argentina se instaló sin resistencia el uso del DNI “inteligente” que, como señaló Julian Assange y recordó Adolfo Pérez Esquivel, nos convierte en el país con vigilancia más agresiva de América latina. En la ciudad de Buenos Aires votamos seis veces en el año; las tres primeras, en las elecciones locales, donde hizo su debut la Boleta Única Electrónica. A pesar de reiteradas denuncias sobre los baches de seguridad de la BUE, los medios se alinearon en masa tras el mensaje de que el voto electrónico es “moderno”, “simple” y “rápido”, y este slogan funcionó tan bien que se reclamó la BUE para las elecciones nacionales (y el hoy presidente prometió gestionarlo). Un conocido miembro de la comunidad local de programadores, Joaquín Sorianello, encontró una falla de seguridad en el sistema de votación y la comunicó a la empresa responsable; como respuesta, poco después su domicilio fue allanado.
En agosto se publicó Guerras de internet, de Natalia Zuazo, que pone de relieve el contraste entre las representaciones ingenuas de internet y la realidad concentrada y oligopólica de hoy, donde la red se está convirtiendo en un panóptico consentido por acción u omisión. Mientras los datos se convierten en el nuevo oro, Facebook sigue adelante con su proyecto Free Basics, que amenaza la neutralidad de la red ofreciendo una web “básica” (básicamente Facebook) a millones de usuarios del tercer mundo. Se estima que unos 1400 millones de usuarios de Facebook no saben que están usando internet.

La batalla por el procomún cultural

Libro FLOK Society - Buen Conocer

En su informe anual State of the Commons, Creative Commons anunció que en 2015 se superaron los mil millones de obras bajo sus licencias; en los últimos años, el número casi se triplicó. Más del 60 por ciento está incluida en el grupo de “licencias de cultura libre”, que permiten tanto usos comerciales como adaptaciones. El número de obras marcadas como dominio público casi se duplicó en 2015.
Mientras tanto, en Argentina, el procomún da un paso adelante y otro atrás. A pesar de la fuerte resistencia y protesta de un gran número de organizaciones, el 5 de noviembre se aprobó en la Cámara de Diputados la extensión de los derechos de autor para las fotos, que pasaron de veinte a cincuenta años después del momento de la publicación de la imagen. El proyecto todavía debe ser tratado en el Senado. De aprobarse, muchas imágenes históricas que hoy forman parte del dominio público tendrían que retirarse de reservorios comunes como Wikipedia para pasar retroactivamente a tributar derechos a los herederos de quienes las crearon. Es muy interesante el debate que se dio en torno a este proyecto, que pone en tensión los derechos de los creadores sobre su obra en relación con los derechos de la comunidad.
Y hablando de Wikipedia, en 2015 alcanzó las dos mil quinientas millones de ediciones. En Argentina se trabajó duro para achicar la brecha de género y fortalecer los lazos con la comunidad; en esa búsqueda se creó el documental Soy wikipedista.
Quizás lo más interesante del año en términos del procomún del conocimiento sea el libro Buen Conocer / FLOK Society, definido como “una Pachamama del bioconocimiento”, que se publicó el 15 de junio en papel y en varios formatos libres en línea. Agrupa los resultados de una extensa investigación en pos de una economía social del conocimiento en Ecuador: documentos con propuestas de políticas de estado para lograr “modelos sostenibles de producción y consumo orientados a construir alternativas viables y democráticas fuera del modelo del capitalismo cognitivo, fuera del formato de la propiedad intelectual, orientados siempre hacia la exploración de la potencia del conocimiento libre, común y abierto”. Con este trabajo, que cruza los conocimientos ancestrales andinos -el Sumak Yachay– con las condiciones de producción de la cultura digital, se planta una posición opuesta a la que promueve el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP), un tratado de libre comercio impulsado por Estados Unidos que se negocia en secreto y busca extender las categorías de propiedad intelectual y patentes. Lo que se discute, una vez más, es el límite entre lo común y lo privado.

El año en que hablamos de postcapitalismo

Un mes después de la edición del libro Buen Conocer, el periodista británico Paul Mason publicó Postcapitalismo: una guía hacia el futuro, donde argumenta que la revolución digital pronto cambiará las nociones de trabajo, producción y valor, y reemplazará la economía de la escasez y la propiedad privada por otra de abundancia basada en redes conectadas. El mismo punto argumenta Robin Chase en Peers Inc. El debate repercutió en el diario La Nación de Buenos Aires, donde básicamente se discutió si el capitalismo terminará o simplemente mutará, cambiará para que nada cambie. Lo cierto es que en este presente de superposiciones hay propuestas radicales pero también muchos síntomas de que el capitalismo se flexibiliza para no romperse. Un ejemplo es el aumento en la cantidad de empresas B, las compañías que incluyen el impacto social positivo en sus estatutos; en 2015 se sumó Kickstarter. Otro ejemplo diferente, en este caso de lo que se conoce como “capitalismo de plataforma”, es la interesante incursión de la red social latinoamericana Taringa! en el modelo de reparto de ganancias a los proveedores de contenidos (revenue share) con su programa Creadores, que reabre la discusión sobre la creación de valor y el reparto de beneficios en entornos digitales. Mientras tanto, en el Encontro de Economías Emergentes de Emergências, cientos de latinoamericanos exploraron las alternativas posibles y también las cada vez menos imposibles.

En resumen: remen, remen, remen. Sigamos remando, que es la única manera de inventar la otra orilla.

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