CCSummit 2019: libertad, privacidad, diversidad

Foto: Creative Commons HQ, CC-BY-2.0

Más de 400 activistas por el conocimiento abierto y la libre circulación de la información y la cultura se reunieron en Lisboa para el CCSummit 2019, la cumbre global de Creative Commons,  del 9 al 11 de mayo. Había abogades y bibliotecaries, artistas y makers, gente de software y de hardware, de prensa y de políticas públicas. Con sus aportes se armó un programa de ¡130! sesiones en tres días.  Estos fueron los principales tracks: Construyendo los comunes, Creadores de los comunes, Ética de la apertura, Galerías, bibliotecas, archivos y museos (GLAM), Políticas legales y reforma de las leyes de propiedad intelectual, Foco local y Educación abierta, ciencia abierta y acceso abierto

De ese huracán de conversaciones multilingües quedan infinitas puntas del ovillo para tirar, así como conexiones humanas a desarrollar. Muchas ideas se asomaron en los ejercicios de discusión y reflexión colectiva. Aquí algo de lo que emerge, nomás la parte más visible del iceberg.

En busca de diversidad

Ph: Sebastiaan ter Burg, CC BY 2.0

Fue el comentario más escuchado: en esta cumbre se propiciaron cada vez más las voces de las minorías, sea raciales, geográficas o de género. Se acentuó un trabajo explícito por generar una comunidad cada vez más inclusiva, que habíamos visto ya en encuentros anteriores. Esto comprende varios aspectos, desde un espacio para rezar en Ramadán hasta medidas de accesibilidad.

Al código de conducta que es tradición en esta clase de conferencias internacionales, Creative Commons sumó hace un par de años ya la posibilidad de elegir libremente por cuáles pronombres quiere cada participante que se le nombre. Este año se sumó un baño de género neutro. Y varias sesiones se dedicaron a la visibilidad de las mujeres en el terreno de internet y el conocimiento libre.

El hecho de que ocurriera en Lisboa generó más participación de lusoparlantes -con notoria participación de gente de Brasil-. También fue amplia la representación de personas de Hispanoamérica (detallada más abajo), de África y del mundo árabe.

El tema de la colonización -y des-colonización- cultural sobrevoló todo el encuentro. En la noche de apertura, en el Teatro Capitolio, las charlas centrales o keynotes fueron, en su mayoría, “basadas en la comunidad” y provenientes de cuatro continentes, tal como explicó Creative Commons en su blog. Solo dos de ocho charlas vinieron de “invitaciones a líderes internacionales en cultura libre y conocimiento abierto”. Una de ellas -probablemente la más recordada- puso el dedo en las huellas de la colonización y la dominación racial. Estuvo a cargo de Adele Vrana y Siko Bouterse, co-fundadoras y co-directoras de la organización Whose Knowledge, que construyeron un relato dialogal sobre sus padres: uno brasileño, negro e hijo de esclavos, el otro holandés, blanco y posiblemente hijo de esclavistas. Adele Vrana incluso habló de los sentimientos encontrados que le generaba estar en Portugal: “el país de nuestros conquistadores”.

Entre las charlas de la comunidad se destacó la de Majd Al-shihabi, ingeniero sirio-palestino basado en el Líbano y primer ganador del Bassel Khartabil Fellowship. Mostró su trabajo con mapas abiertos de Palestina, donde buscar descolonizar archivos históricos. Y, de pasada, mostró una impactante imagen de un Wikimania (encuentro de wikipedistas) celebrado en 2018 en Tel Aviv, Israel, donde, según denunció, no lo dejaron entrar. Ingredientes de geopolítica poco habituales en una comunidad que, si bien es global, no suele meterse en posicionamientos expresos.

Photo by Sebastiaan ter Burg

Abierto por defecto, privado desde el diseño

De las 150 sesiones, hubo algunas llenas y otras llenísimas. Entre las que rebalsaban de gente hasta la puerta estuvo “Right(s) balance: Open by default vs privacy by design”, en la quedó corto el tiempo: hubo que terminar la conversación porque otra requería la sala. Será que tocó un tema que arde: la tensión constante entre dos valores muy alabados en la teoría, pero que en la práctica pueden chocar.

¿Cuál es el balance ideal entre la apertura y la privacidad? Ese fue el punto de partida para las intervenciones de Timothy Vollmer, a cargo del área de políticas públicas de Creative Commons -como abogado de la privacidad- y Catherine Stihler, CEO de la Open Knowledge Foundation -de parte de la apertura. “El riesgo es caer en el camino de la privacidad dura, donde nada es abierto, sino solo accesible a quienes lo pueden pagar”, comenzó Stihler. “En una era de austeridad, la apertura es también una herramienta para mantener a los políticos controlados en términos de gasto público, a través de pedidos de información pública; pero hay quienes abusan de estos pedidos y cuestan dinero público”. Vollmer respondió: “Quienes abogan por lo abierto sostienen que lo que se publica con fondos públicos debe ser abierto, desde una perspectiva de propiedad intelectual. Pero la propiedad intelectual no es la única restricción, y no deberíamos asumir que todo debe compartirse. Hay una diferencia entre ‘datos abiertos publicados por el gobierno’ y ‘gobierno abierto’: los datasets que se publican no necesariamente implican mayor transparencia” y rendición de cuentas”.

“No se puede inventar lo nuevo si no tenemos lo viejo. La apertura es la única forma de tener memoria social”, se argumentó desde el público. Pero también, en sentido inverso, se oyó “No solo porque algo sea abierto significa que sea bueno. Hay que tener cuidado con el open washing”. Y en la dirección contraria: “Privacidad es una palabra fuerte. A todo el mundo le gusta, ¿quién no quiere privacidad? Pero tenemos que desempaquetarla, ver de qué se habla, porque tiene una linda connotación, pero no sabemos exactamente qué estamos acordando”, dijo un asistente. Y enfatizó: “Nadie quiere que sus datos médicos se compartan por ahí, pero, ¿y si compartiéramos algunos datos y eso llevara a la cura del cáncer?” “Creo que el debate entre apertura y privacidad no es sólo para quienes trabajan en diseño de políticas, es también para activistas”, sumó Alek Tarkowski, de CC Polonia. “Está esta noción de que se están absorbiendo tus datos y con ellos tu alma». Javiera Atenas, de la Iniciativa Latinoamericana por los Datos Abiertos, puso un ejemplo muy concreto: “En el campo de los recursos educativos abiertos, muchos proveedores de plataformas y contenidos están ‘datificando’ a les niñes” (extrayendo datos de elles, convirtiéndoles en datos). La conversación estaba a punto caramelo cuando pidieron la sala.

El futuro de los comunes (y los comunes del futuro)

Ph: Sebastiaan ter Burg, CC BY 2.0

Otros de los temas más taquilleros fueron las batallas por la reforma del copyright, los diversos esfuerzos de digitalización de patrimonio y OpenGLAM, el empoderamiento de las mujeres. Por aquí nos enfocamos en seguir el rastro de los comunes y cómo cómo encuadrar la conversación acerca de ellos. La holandesa Sophie Bloemen, a quien conocimos en el Encuentro Comunes 2017, abrió las charlas en el Teatro Capitolio postulando a los comunes como una nueva narrativa, sustentable en términos tanto económicos como humanos y socioambientales, que pueda disputar el imaginario de la organización social del capitalismo. Dos días después, condujo junto a Alek Tarkowski la sesión “Estrategias para defender a los bienes comunes y a sus usuaries”. Allí presentaron su visión Shared Digital Europe: un marco conceptual para políticas digitales basado en torno a conceptos como bienes comunes, descentralización, autodeterminación. “La idea es presentar una alternativa europea al enfoque estadounidense y chino del ‘mercado digital único’: Europa digital compartida, centrado en las personas».

Se armó una conversación interesante acerca del enfoque y la narrativa de los comunes en relación con el de los derechos, más consagrado: la diferencia está en el énfasis en lo colectivo. También se debatió si tiene sentido seguir hablando de comunes digitales (así como, también, de derechos digitales), como si “lo digital” fuera un espacio separado. Varies participantes argumentaron que, especialmente fuera de Europa, las leyes sobre propiedad intelectual tienen consecuencias tangibles y potencialmente peligrosas: se puede terminar en prisión por defender “comunes digitales” del mismo modo que defendiendo “comunes naturales” como el territorio o el agua.

Como cierre de la sesión, Luis Román Arciniega Gil, investigador mexicano residente en Francia, compartió la propuesta de considerar a los datos abiertos y públicos como un bien común de la información («Towards the recognition of open public data as informational commons»). Su enfoque es similar -pero no idéntico- al de MyData, la propuesta internacional que el abogado Alexandros Nousias, de CC Grecia, viene presentando en los últimos encuentros de CC: autonomía y soberanía sobre los datos que generamos. Arciniega, también abogado, le suma la perspectiva de los comunes.

Tuvimos el gusto de participar con una sesión propia dedicada a explorar el impacto de los comunes en las vidas de les participantes. Se llamó “Los comunes y yo”;  invitamos a pensar de manera personal en cómo los comunes modifican las historias personales de cada une. Después, propusimos graficar ese impacto relacionando un punto con otro en forma de red, a partir de una construcción-juego facilitada por la hermosa herramienta de los alquimétricos, los juguetes ecotecnológicos del amigo Fernando Daguanno. Algo de ese tejido colectivo quedó registrado en una serie de videos (coming soon!).

Ph: Sebastiaan ter Burg, CC BY 2.0

Del centro a la periferia y vuelta: diálogos latinoamericanos

Este año, la presencia de América latina fue fuerte. Hubo representantes de Argentina, Uruguay, Chile, Paraguay, Perú, México, Colombia, Venezuela, Panamá y El Salvador por lo menos. Con varios regresos importantes: un nutrido equipo de CC México, con Luis Fernando García, Irene Soria, Iván Martínez, Pepe Flores (más Alejandro Mayoral, residente en Canadá, y Luis Román Arciniega Gil, en Francia). Mariana Fossatti y Jorge Gemetto fueron en representación de Uruguay; Miguel Morachimo y Clara Patricia Cubas por Perú; Juliana Soto y Alejandro Angel por Colombia. Desde Chile estaban Daniela Schütte y Patricio Velasco, además de Claudio Ruiz y Javiera Atenas; desde Paraguay, Maricarmen Sequera; Emilio Velis representó a El Salvador, y Sharon Emptage y Margorie Merel a Panamá. Había también venezolanos: Margaret López, José Luis Mendoza (residente en Chile), Arturo Sánchez (en Suiza), Wajari Velásquez (en España) y Daniel Pinheiro (integrante de CC Portugal). Se vio además a la guatemalteca Renata Ávila, hoy residente en Chile, y a Daniel Cotillas, español con largos años vividos en Bolivia. Había mucha gente de Brasil; entre otres, Mariana Valente, Paula Xavier, Paulo Vieira Guanaes y la keynoter Adele Vrana (residente en Estados Unidos). Por Argentina participamos junto a Beatriz Busaniche, Evelin Heidel (Scann), Franco Giandana, Matías Butelman y Fernando Daguanno, residente en Brasil.

Durante la primera jornada, alguna gente de los redefinidos capítulos locales de Creative Commons nos reunimos para intercambiar ideas acerca de cómo avanzar en los objetivos de la democratización del conocimiento en la región. Aunque es difícil llegar a conclusiones en reuniones tan cortas, nada reemplaza el cara a cara; una vez establecida la comunicación en persona, la seguimos por medios digitales con más comodidad.

La tercera jornada del CCSummit arrancó latinoamericana, con el panel “The Mexican Challenge and Common Strategies in Latin America”. Irene Soria habló del refundado capítulo mexicano, Juliana Soto contó su experiencia de Tour Delirio en Colombia y Franco Giandana de la organización en Argentina. Beatriz Busaniche y Renata Ávila pusieron un poco de perspectiva histórica. «En 2006 fue la era dorada del conocimiento abierto en América latina. Estábamos liderando el movimiento en el mundo, los ministerios intercambiaban software libre. Hoy los ministerios escuchan más a las compañías que a nosotres», dijo Renata Ávila. «Pero tenemos que admitir que en 2006 internet era para una élite. Hoy es para todo el mundo. Entonces tenemos que empezar otra vez, explicarlo todo de nuevo. Nuestro sistema digital es extractivo desde el diseño; el software privativo es solo una parte. Hoy les niñes en las escuelas se ven encerrados en sistemas privativos, con contenido privativo, por acuerdos de los gobiernos con compañías de software». Beatriz Busaniche volvió sobre la idea de extractivismo cultural: “Si la cultura no es compartia, no es cultura”. En el panel se discutió cómo articular tareas y políticas locales -y de países periféricos- con movimientos globales, muchas veces enfocados hacia otras realidades.

Sesión latinoamericana en el #CCSummit 2019

En una cuerda similar, Mariana Fossatti y Jorge Gemetto, de Artica Online, dieron una sesión que podría aplicarse a cualquier región del mundo pero nació en la nuestra: “Movimientos sociales, mediactivismo y conocimiento libre”. Con ejemplos del Cono Sur, como Media Red en Uruguay o Periódicas en Santa Fe, Argentina, hablaron de cómo vincular la cultura libre con tantas otras luchas sociales y de derechos humanos, en la práctica cotidiana. “Cuando presentamos la idea de cultura libre, a todo el mundo le gusta cómo suena, ¡todes quieren ser libres!, pero no siempre saben qué implica”, explicó Jorge. Y dieron una serie de consejos prácticos, desde “explicar las ventajas de compartir (material) en plataformas abiertas con licencias libres” e “involucrar bibliotecaries y especialistas en el movimiento” hasta “reunirse regularmente” y “cuidarse”. En contextos de conflicto social, no solo hay que cuidar la libertad del conocimiento: también la de los cuerpos que se exponen.

Internet para la gente

Ph: Sebastiaan ter Burg, CC BY 2.0

Esta vez no hubo plenarias: más allá de las keynotes en el teatro Capitolio, durante el primer día, las otras 150 sesiones funcionaron en paralelo unas con otras, igualadas en jerarquía. No hubo, entonces, ni apertura ni cierre oficiales, más allá del primer desayuno y la última fiesta; sólo temas convocantes: notoriamente, las políticas para reforma del copyright y las prácticas de digitalización del patrimonio cultural ocupan espacios cada vez más centrales. Pero sí hubo, en la última rodaja de tiempo, en la última sala del pasillo, una sesión que convocó a muches de les principales agitadores del encuentro. Se llamó “Internet es para la gente” (o “para el pueblo”), y fue un ejercicio de imaginación utópica, conducido por Alek Tarkowski y Natalia Mileszyk, de CC Polonia. La consigna disparadora era: “Imaginate el mundo de 2050 arreglado por internet. ¿Cómo sería?”. Y luego, “¿Cómo llegamos hasta ahí?”.

Majd Al-shihabi, Renata Ávila, André Rocha de CC Portugal, Mahmoud Wardeh, Alexandros Nousias y otras veinte personas nos pusimos a jugar con la utopía. Hubo especulaciones en torno al manejo virtuoso de los datos y la democratización del conocimiento. Ryan Merkley, CEO de CC, presentó la fantasía de su grupo sintéticamente: “El capitalismo ha caído”.

Como en summits anteriores, pero cada vez un poco más, el CCSummit 2019 funcionó entonces como espacio fértil para discutir e intercambiar ideas ya no solo sobre comunes creativos, sino, en una onda expansiva, sobre comunes digitales, comunes en general, acceso al conocimiento y la cultura, internet, ciencia, educación, comunidades, manejo de datos, apertura de todas las cosas, democratización, equidad, igualdad, diversidad, representatividad. Utopía, su ruta. De los dichos al hecho hay un trecho, pero comienza en las conversaciones compartidas.

Las fotos son de Sebastiaan ter Burg, Iñigo Sánchez, Creative Commons HQ y Marcela Basch. Todas con licencia CC BY 2.0, excepto la última, de Iñigo Sánchez, con licencia CC BY-NC-SA

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