Todo tiene arreglo

club_de_reparadores_bannerEste sábado 28 es la primera cita del Club de Reparadores en Buenos Aires: un evento itinerante de reparación colectiva, para extender la vida útil de las cosas y evitar que se conviertan en basura. Es una manera de promover el cuidado y la valoración de los recursos para un consumo responsable. También de encontrarnos y aprender de los entusiasmos y habilidades mutuas, porque siempre hay un roto para un descosido.

Reparar es un acto de amor. Amor al objeto que se arregla, a su historia y a sus posibilidades; amor a la tierra toda, porque no da lo mismo producir o no más basura. Amor propio, porque ser capaz de autogestionar las necesidades es motivo de orgullo. Y amor a los demás, si el trabajo se hace de forma colaborativa, aprendiendo de los otros y enseñando lo que cada uno sabe, desde enhebrar una aguja hasta cebar un mate.

reparar_es_amorSin embargo, reparar tiene mala prensa. O, más bien, nula prensa (que es la peor). En el último medio siglo se impuso -con tremendo esfuerzo del mercado- esta idea de que cuando algo se rompe, más vale comprarlo de nuevo. Es bastante descabellado, ya que se despilfarran recursos económicos, naturales, de espacio y hasta de tiempo, además de despreciar habilidades que si no se comparten, se pierden. Pero el marketing es una fuerza poderosa. Y ni hablar de la obsolescencia programada, eso que hace que la licuadora se rompa un día después de que venza la garantía, porque está construida para que haya que comprar otra. ¿Cuándo fue la última vez que arreglaste algo? ¿Cuántos locales de reparación hay en la calle, en comparación con los de venta? En algunos rubros, como la electrónica, el mercado se encarga de que las piezas de reposición resulten más caras que el objeto completo, nuevo. Esto tampoco es casual.

Por suerte, desde hace un tiempo, movimientos como la economía circular y el Do It Yourself (DIY, Hacelo vos mismo) están rescatando el valor de la reparación. Es un movimiento de afirmación colectiva por la sustentabilidad y por el poder del ciudadano frente a la dictadura del mercado: somos dueños de nuestras cosas, no sus esclavos. Es, también, un acto de resistencia contra la obsolescencia programada y la cultura de lo descartable. Y en la era colaborativa, el Hacelo vos mismo se convierte rápidamente en Hacelo con otros, en una vuelta de tuerca que suma valor y disfrute al acto de reparar.

En la plataforma abierta ifixit se escribe colectivamente, a modo de wiki, el manual para arreglar todas las cosas. El nombre es un juego de palabras entre “Yo lo arreglo” y el “i” de Apple, la marca de lo supuestamente inarreglable. Ellos crearon el manifiesto de la autoreparación:

ifixit_manifesto_esSu puesta en escena en el mundo real son los “repair cafés”, espacios de encuentro autogestivos donde hay herramientas, gente con habilidades, gente con cosas para reparar y ganas de enseñar y aprender. La Repair Café Foundation, creada en 2009, nuclea a cientos de espacios en los cinco continentes. Ahora, por fin, el Club de Reparadores trae esta iniciativa a Argentina. Ojalá se multiplique.

El Club de Reparadores está impulsado por Artículo 41, un proyecto de Melina Scioli y Marina Pla que promueve la sustentabilidad a través de acciones de comunicación y participación ciudadana. La idea es hacer encuentros itinerantes convocando a los expertos en reparación de cada barrio, mapeándolos y visibilizándolos para promover su trabajo. También articular la acción con organizaciones y emprendimientos locales relacionados con la reparación y el reciclaje.

La primera puntada de este zurcido social hermoso se dará este sábado 28 de 15 a 19, en el bello Parque Lezama, en el marco de la Feria Vuelta Verde. Están todos invitados a llevar sus objetos rotos o descompuestos, herramientas, costureros, habilidades y torpezas, curiosidad, mate, budines; mejor todavía si se anotan acá. Es una cita.

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