Menos consumo, más creatividad

Lavarropas aburrido

¿Cuántas veces por semana usás el lavarropas? En casa hacemos dos lavados, o incluso uno. Siempre me pareció ridículo pagar un artículo tan caro para usarlo tan poco.

¿No sería genial acordar con los vecinos para amortizar el costo de una máquina que puede usarse quince veces por día? En muchos países los edificios se construyen con sala de lavandería compartida. En Francia, vi lavanderías públicas que se usan con monedas: si hay voluntad de compartir, hay soluciones.

Esto vale también para la cortadora de pasto, la ropa de esquí, el vestido de fiesta, el auto, la bici… Impacta saber, por ejemplo, que cada taladro se usa en promedio sólo trece minutos. ¿Qué sentido tiene comprar algo que sólo vamos a usar en pocas ocasiones?

Desde hace un tiempo, prácticas alternativas que proponen compartir e intercambiar libremente bienes y servicios empiezan a desafiar la lógica del hiperconsumo que indica que si necesitás algo tenés que comprarlo de fábrica. Allí se suman sistemas de intercambio y compraventa como MercadoLibre, métodos para acceder a bienes sin comprarlos como las redes públicas de uso de bicicletas o las plataformas para compartir viajes en auto, y hasta estilos de vida colaborativos, como el software de código abierto o el crowdfunding, que propone financiar proyectos de manera colectiva. Es un modo de reducir el derroche, paliar las crisis que golpean en todo el mundo y buscar una vida más sustentable en términos ambientales.

También es una forma de fortalecer la identidad sintiéndonos parte útil de una comunidad. En realidad no es ninguna novedad: el aprovechamiento compartido de los recursos era la norma hasta la explosión de hiperconsumo de medidados del siglo XX. Ahora, la idea de comunidad vuelve facilitada por internet. Los nativos digitales, acostumbrados a intercambiar archivos con música, libros, películas o software, lo toman con más naturalidad. Se lo llama consumo colaborativo, o economía colaborativa.

Una de las principales difusoras de este movimiento es Rachel Botsman, autora del best seller What’s Mine is Yours: The Rise of Collaborative Consumption (Collins Business, 2010). Ella está convencida de que la colaboración no es un fenómeno marginal, sino una auténtica revolución en la economía mundial, donde la nueva moneda será la confianza y la reputación. En esta charla TED de 2010 lo explica en 16 minutos y de forma muy sencilla.

Aquí en Argentina, la idea de consumo colaborativo todavía está verde, pero avanza. Por eso, dedico este blog a difundir maneras de gambetear el hiperconsumo zombie, con la convicción de que disfrutar, compartir y experimentar es más importante que poseer. Pueden decir que soy una soñadora, pero confío en que cuando la propiedad sea menos importante, algunas desigualdades caerán por el camino.

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