Mi casa es tu casa: vacaciones colaborativas

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Esta nota se publicó originalmente en el portal de la Agencia Télam el 7 de enero de 2015. La republicamos hoy con mínimas correcciones de coyuntura.

Estalló el verano y las ciudades arden. El cuerpo pide descanso y novedad, pero somos muchos los que todavía no tenemos planes; algunos por desorganización, otros simplemente por falta de recursos. Por suerte, cada vez hay más opciones para disfrutar de viajes al estilo colaborativo, de una manera muy distinta -y mucho más barata- que el turismo tradicional.

Dónde ir

Hoteles y casas de alquiler cuestan fortunas. La industria de la hotelería es la del espacio ocioso: construye alojamiento para personas que ya tienen sus casas y camas. Desde hace años, la economía colaborativa propone distintas formas de optimizar este movimiento aprovechando para los viajes espacios ya construidos, en distintas modalidades.

Una alternativa radical para quien se anime es sumarse a la red Couchsurfing (ago así como “surfear sofás”), donde 9 millones de personas de 120 mil ciudades en todo el mundo ofrecen hospitalidad en sus hogares completamente gratis, por el solo gusto de conocer gente. Esta extraordinaria comunidad colaborativa ya cumplió diez años basada en la confianza entre viajeros, que escriben referencias acerca de aquellos que han conocido, y se convierten así en la mejor (y única) garantía. Aunque el nombre alude a prestar sofás, hay de todo en la red. Cada uno ofrece lo que tiene: hay estudiantes que invitan a dormir en el suelo de sus habitaciones de residencias estudiantiles, y hay quien ofrece casas enteras, con baños privados, sábanas y toallas fragantes, bicicletas y wifi. Algunos tienen lugar para un solo viajero, otros para familias enteras, incluso numerosas. Ciertos anfitriones proponen visitas de una o dos noches, y otros invitan por meses. Hay departamentos, casas, fincas en el campo, cabañas junto al lago, barcos…

Pero lo mejor de Couchsurfing no es la cama, o habitación, por más comodidades que implique. Lo más interesante es siempre la interacción entre anfitrión y huésped. Desde el principio, el recién llegado es tratado como un amigo, al que se recibe cálidamente, se ayuda y se aconseja. Como no hay dinero de por medio, todo se basa en la empatía, conexión, que empieza en el primer contacto por correo electrónico: el que va a viajar elige un perfil al que considera afín para pedirle hospedaje, y el anfitrión decide a quién recibir basándose únicamente en su humor y en cómo le cae ese desconocido, a partir del correo que ha escrito y el perfil que construyó en el sitio de Couchsurfing. A partir de ahí, todo puede suceder: comidas compartidas, salidas, hasta viajes juntos, grandes amistades, alguna vez amor. O nada: simplemente una coexistencia amigable bajo el mismo techo por un par de días. Hay algunas reglas tácitas para ser un buen huésped: llevar un pequeño presente, ofrecerse a comprar comida y cocinar, lavar los platos, dejar el lugar por lo menos tan limpio como se la ha encontrado, conversar. Lo esencial en Couchsurfing es no tener miedo a compartir.

Para quien no se anime a una opción tan jugada y quiera garantizarse un mínimo de privacidad, hay alternativas colaborativas intermedias, como alquilar una habitación o toda una vivienda a un particular, entre pares. Esto permite conocer el lugar que se visita de una manera más profunda que hospedándose en hoteles, y de paso desconcentra el mercado turístico y estimula el comercio en áreas no tradicionalmente destinadas a turistas. En algunos casos, cuando se alquilan habitaciones, se convive con los anfitriones, que ofrecen información y consejos. La plataforma más conocida para estos alquileres p2p es Airbnb, que publica hoy más de un millón de avisos de alojamientos en 34 mil ciudades del mundo. También hay muchas otras, como Segundohogar, Aluguest o Zukbox.

Otra opción colaborativa interesante es el intercambio de casas: a través de una plataforma online, se ofrecen unos días en el propio hogar a cambio de una estadía en casa ajena en el destino deseado. Lo intercambios son gratis, a veces previo pago de una membresía anual a las plataformas que asegura un servicio al usuario: HomeExchange, LoveHomeSwap. Para familias con chicos hay una red especializada, Knok.

Los amantes de la naturaleza y el trabajo de la tierra pueden conseguir alojamiento gratuito e incluso comida a cambio de algunas horas diarias de ayuda en la red WWOOF, o World Wide Oportunities in Organic Farms (Oportunidades en granjas orgánicas de todo el mundo). Para acceder a la red se paga una membresía, y después se negocian las condiciones precisas del intercambio con el responsable de cada establecimiento. Las vacaciones vía woofing se encuadran en el trabajo voluntario, que a veces puede ser mucho trabajo, y en general suele funcionar también como un entrenamiento educativo.

Viajar de manera colaborativa es un plan en sí mismo, donde lo importante ya no es tanto el destino sino la manera de interactuar con él. Más opciones de redes de alojamiento p2p aquí.

Cómo ir

Una vez que está resuelto el alojamiento, sólo queda llegar hasta allá; algo que puede ser muy difícil si la decisión se tomó tarde, o muy caro si se piensa en hacer un viaje en auto a solas. Si el lugar queda a una distancia accesible por tierra, la mejor opción para los viajes de último momento es compartir trayectos en auto. Algo así como el viejo ir a dedo, pero perfeccionado por la tecnología: las plataformas de carpooling online permiten encontrar compañero de viaje desde casa, eliminando las largas horas de espera al sol. También simplifican el momento de pactar las condiciones del viaje, y a partir de un sistema de referencias, facilitan la confianza entre desconocidos, siempre el punto más débil de los viajes compartidos. El que tenga un coche puede minimizar gastos compartiendo el costo de combustible y peajes, y el que lo acompañe viajará de forma más barata, más rápida y más divertida que comprando un pasaje.
En Argentina funcionan plataformas online de carpooling como Carpoolear o Tripda. Todas las opciones aquí.

Si la idea es viajar en tren pero ya se agotaron los boletos, a no desesperar: el grupo de facebook Pasá el pasaje de tren que trenquetren funciona como un mercado de segunda mano. E incluso hay un mercado internacional de reventa p2p de boletos de avión, condicionado a las reglamentaciones de cada aerolínea, que puede encontrarse en la plataforma JumpFlight.

Y por último, a la hora de hacer la valija, bolso o mochila, vale recordar que nunca nadie se arrepintió de empacar demasiado liviano. Andar muy cargado obliga a gastar en taxis y cambia el buen humor en malo en cuestión de minutos. La mayor parte del equipamiento voluminoso, como el equipo de camping o deportivo, suele poderse alquilar allí donde uno va; esa es la idea de la economía colaborativa que propone al acceso superador de la propiedad. Y si algo llegara a faltar, siempre se lo puede conseguir por el camino; muchas veces prestado, alquilado, regalado o comprado en segunda mano. Incluso si hace falta comprar algo nuevo, es mejor que cargar de más “por las dudas”. ¡Felices vacaciones!

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