Airbnb gana una batalla legal en Nueva York
El jueves 20, California dio la histórica primera regulación a sistemas colaborativos de movilidad. Justo una semana después, la ciudad de Nueva York falló a favor de un anfitrión de Airbnb, y ayer le devolvió los 2400 dólares de multa que lo había obligado a pagar en mayo. La economía colaborativa y las leyes parecen estar en el comienzo de una gran amistad.
El “crimen” de Nigel Warren había sido alquilar a turistas una habitación del condominio que estaba comprando por leasing. El New York City Environmental Control Board (Consejo de Control Ambiental) consideró que había violado las leyes de alquiler temporario de la ciudad, ya que estaba actuando como un hotel sin estar habilitado. El argumento fue que las propiedades «sólo deben usarse como residencias privadas, y no se las debe alquilar con el próposito de que funcionen como albergues, hoteles o moteles».
Warren y el dueño del condominio apelaron la medida. Airbnb también se involucró en la defensa. Adujeron que, como el compañero de piso de Warren, un habitante permanente de la vivienda, había estado siempre presente durante los alquileres, no se podía considerar el caso dentro de la legislación invocada. Finalmente, el New York City Environmental Control Board levantó los cargos. Aquí pueden leer el fallo completo.
Es una gran victoria, pero igual quedan muchísimas preguntas. Decenas de miles de las propiedades listadas en Airbnb se alquilan sin residentes permanentes, de un modo que para la ciudad de Nueva York –y muchísimas otras– sigue siendo ilegal. La economía colaborativa y p2p sigue moviéndose en zonas grises y vacíos legales, y pone en crisis la forma de hacer negocios basada en intermediarios y licencias.
Ni los hoteles o los taxis son el enemigo, ni la economía colaborativa es un grupo de boy scouts vendiendo tortas: detrás de estos fallos hay lobby de inversores muy poderosos, como Google o Sequoia Capital. Estamos en un proceso de cambio de paradigma de negocios, de la centralización al modelo p2p. Las leyes están –o, al menos, deberían estar– para cuidar a los ciudadanos, y les lleva tiempo adaptarse a nuevos contextos.
De a poco, las instituciones están empezando a pasar del rechazo a la reacción. Son tiempos muy interesantes. Hay mucho por hacer.