#KSWE16 Rifkin: «Solo la sharing economy puede enfrentar al cambio climático»
El segundo evento del Kultursymposium fue la conferencia central de Jeremy Rifkin, reconocido académico estadounidense autor de La tercera revolución industrial, El fin del trabajo y La sociedad de costo marginal cero, entre muchos otros. En realidad competía con otros tres eventos en el mismo horario, pero Rifkin es una figura tan convocante que llenó por completo el coqueto auditorio Audimax de la Universidad Bauhaus. Su charla se llamó «El rol del compartir en la tercera revolución industrial y la sociedad de costo marginal cero», y retomó con ejemplos actuales los temas desarrollados en estos libros.
Rifkin comenzó por trazar la historia de las revoluciones industriales: la primera, en el siglo XIX, la del vapor, el carbón, el tren y el telégrafo; la segunda, en el XX, la de la electricidad, el petróleo, las rutas y las telecomunicaciones. En los dos casos destacó la combinación de la energía, el transporte y las comunicaciones. Es sobre esta tríada que se apoya para afirmar que estamos en el inicio de la tercera revolución industrial: la de la internet de la energía, del transporte y de las comunicaciones, que confluyen en la internet de las cosas y la sociedad de costo marginal cero, tanto para los bienes digitales (como el conocimiento que se produce en la Wikipedia) como para los materiales (como la electricidad que autoproducen las familias con un panel de energía solar cada vez más barato). Si el ejemplo no es suficientemente «material», se puede pensar en la producción de pares a través de la fabricación digital o los tutoriales que enseñan a hacer casi cualquier cosa. El costo no es cero, pero tiende a cero, gracias a la distribución de la carga en una red de pares.
Finalmente, Rifkin concedió: «La tecnología no hará el cambio sola. Lo que se necesita es un cambio mental». Se dirigió entonces a las posibilidades culturales y el cambio de hábitos de la generación millenial, aquellos que hoy tienen hasta 32 años. Los caracterizó como más interesados en el acceso que en la propiedad, y aseguró que para ellos el concepto de libertad no está ligado a aislarse sino por el contrario a conectarse. Marcó también cómo para esta generación, y las que le siguen, la conciencia de la huella ecológica es casi de sentido común. Todos estos elementos, desde la descentralización hasta el acceso y la búsqueda de la eficiencia, lo llevaron a señalar a la economía colaborativa como «la única opción que puede enfrentar al cambio climático». Cerró su charla con un toque dramático: «Nunca en la historia de la humanidad una generación tuvo tanta responsabilidad en salvarnos de la extinción. Millenials, ¡contamos con ustedes!».
Solo se permitieron dos preguntas. La segunda fue muy poderosa: «Habló de Estados Unidos, Europa, Australia. ¿Dónde está África, donde no tenemos electricidad?». La platea aplaudió. Rifkin contestó con optimismo: «Donde no hay infraestructura, es todavía más fácil hacer el cambio, porque no hay estructuras que derribar. En África no se piensa en computadoras conectadas a la energía eléctrica, sino en celulares que se cargan con energía solar.»
Es interesante cómo ese intercambio fue casi igual a otro mantenido entre el público y Tomas Sedláček en la mesa anterior, y a otro casi exactamente igual que se dio hace casi un mes en el encuentro Comunes, en la mesa de Financiación y moneda. El tema es el mismo: cuál es la accesibilidad real de la economía colaborativa. En concreto, la pregunta por quiénes pueden acceder (a la electricidad, a los teléfonos, a internet), y por cómo lograr un sistema verdaderamente más inclusivo.