Club de Software Libre de Barracas: cultura libre para el barrio
Hace cerca de un año empezaba a tomar forma un proyecto ideado por un grupo de personas provenientes de ámbitos distintos pero con una visión común, anclada en la ética de la colaboración. La idea era sencilla pero efectiva: fundar un Club de Software Libre para capacitar en informática a gente que no tiene los medios para acceder a los cursos tradicionales -o para tener sus propios equipos. Eso sí, siempre trabajando bajo el paradigma de las cuatro libertades.
El territorio que andaban necesitando apareció gracias a un ofrecimiento de la Fundación Por el Arte hacia la Vida, con una historia fuerte de trabajo social en Barracas desde 1994. El resto sucedió de a poco: a partir de donaciones de máquinas en desuso que fueron arreglando, y con mucho tiempo y esfuerzo, fueron poniendo a punto el lugar. Actualmente el Club de Software Libre abre sus puertas todos los sábados en California 2325, Barracas, donde la Fundación también lleva adelante otras actividades para jóvenes del barrio. En el Club enseñan programación, operación de PC y robótica de forma gratuita a gente que se acerca con curiosidad y distintos grados de conocimiento.
«El software libre nos permite una aproximación real al aprendizaje de la programación, aprender modificando un programa que ya está funcionando, conocerlo, tener acceso al mismo. En el área pedagógica es fundamental, brinda ventajas claras a la hora de aprender y comprender la informática en profundidad» explica Rodrigo Márquez, que también es profesor de programación en el Centro Metropolitano de Diseño. «Acá no se rompe nada, las máquinas son para usarse, nadie tiene que tener miedo: Eso es parte de una cultura que nos inculcó que la tecnología no se cuestiona» aporta Riky Linux.
Oportunidades en cooperación
José Lobo, parte de PyMEs Sur -una asociación civil que nuclea pequeñas y medianas empresas de la zona sur de Buenos Aires- continúa: «Acá aprendí a enseñar de otras maneras, mucho más eficaces. Además aprendo constantemente cosas nuevas con las personas que vienen«. Hugo Fernández, a cargo del taller de robótica y también parte de PyMEs Sur, profundiza en el funcionamiento del club: «Uno lo hace en su tiempo libre, dependiendo de otros trabajos. Genera otra relación con el alumno, una dinámica de cooperación. Acá cada uno llega con una iniciativa distinta, el alumno también enseña lo que tiene para aportar. Estamos a cargo de enseñar lo que sabemos pero en realidad compartimos e intercambiamos nuestros conocimientos«.
A partir de las 10 de la mañana hasta un poco después del mediodía se dan cursos de programación, operador de PC y robótica -cuentan con una impresora 3D propiedad del Club-. Por la tarde se suman también clases de inglés y a partir de las 15.30 hasta las 17 siguen las clases de programación. «Queremos llegar a las 20 computadoras activas para fin de año, y combinar los talleres de software libre con los de robótica, la idea es que quienes vengan puedan imprimir sus ideas» comentan.
Hugo se entusiasma comentando los planes del Club de Software Libre: «Queremos que la gente que en general no accede a estos contenidos pueda hacerlo de forma gratuita. Que puedan tener una oportunidad de salida laboral. Por ejemplo, estamos trabajando con la Comisión del Hospital Infanto-Juvenil Tobar García, para que a futuro los chicos que se externan tengan una chance de formación que hoy no existe«. Desde el fondo de la sala se escucha la voz grave de Iván Vavreka, que asiente y hace hincapié en la ética detrás de este grupo, que trabaja de forma totalmente independiente: “El conocimiento no puede tener una licencia o candado. Nosotros nos sentimos parte del movimiento de cultura libre, del respeto a la libertad de las personas, vemos el software libre como una herramienta de empoderamiento. Para nosotros su uso es algo ético, de derechos humanos«.
Todas las personas que forman parte del Club comparten que la gratificación de estar construyendo un proyecto como éste es motivación suficiente para seguir yendo sábado a sábado. «En el Club tenemos la oportunidad de poner en práctica de forma colectiva ideas que si quedaran en lo individual, no funcionarían» explica Rodrigo. Y extiende la invitación a todos los que estén interesados: «Queremos que cada vez más gente sepa lo que estamos haciendo desde el Club y se sume. Quien viene es más que un alumno, construye entre todos«.