Turismo, colaboración y mercado
En su edición de ayer, el diario El País de España se escandaliza: «Cuatro millones de turistas rehúyen dormir en hoteles en mayo y junio». La bajada explica las razones de esta debacle turística: “En dos meses aumentan en 560.000 los turistas que no pernoctan en alojamientos tradicionales. Internet impulsa el negocio no regulado del alquiler de habitaciones o casas”.
El periódico elige lamentarse por el vaso medio vacío, en vez de tratar de entender un enorme cambio cultural. Esos cuatro millones de turistas que “rehúyen” el consumo tradicional se están volcando a alternativas colaborativas, con o sin intercambio económico. En el primer caso, se trata de plataformas de alquiler de alojamiento P2P, como Airbnb –la más conocida y exitosa–, que proponen que todos podemos alquilar una cama, una habitación o nuestra casa entera a quien guste visitarla; y viceversa, para los turistas resulta una posibilidad cómoda, interesante y más económica que un hotel. También hay opciones donde no es necesario desembolsar dinero, como las redes de viajeros Couchsurfing (de la que ya hablé) o BeWelcomme, o los intercambios de casas (houseswap) como el que mostró la película El descanso.
En todos estos casos, tal como aseguraba Rachel Botsman, lo central es la confianza entre los usuarios y la reputación que se construye en las redes, de manera horizontal.
Algo está cambiando en la dinámica del turismo. Ojalá la prensa esté a la altura.