Democratizar el espacio exterior

Lanzamiento de "Manolito" desde Yasyn, Rusia.

Esta madrugada se lanzó al espacio el CubeBug-2, más conocido como «Manolito», el segundo nanosatélite argentino. Pesa dos kilos, es del tamaño de una caja de zapatos y cuesta entre diez y cien veces menos que un satélite tradicional. Y lo más importante: es de código abierto, de modo que cualquier laboratorio o universidad puede reproducirlo. Según Emiliano Kargieman, su creador, se hace con la tecnología de cualquier celular, y hasta un estudiante puede reproducirlo, por un costo que arranca en 10 mil dólares. En el mercado de servicios satelitales, que hoy mueve unos 90 millones de dólares al año y vende productos por que no bajan del medio millón, esto es una revolución.

Kargieman estudió matemática y filosofía. Formó parte de una generación pionera de hackers adolescentes y fundó una empresa de seguridad informática antes de terminar el secundario. Esa compañía evolucionó en Core Security Technologies, que llegó a tener entre sus clientes a Apple, Cisco y la NASA, con casa matriz en Boston y oficinas en Buenos Aires y San Pablo. Kargieman dejó la empresa por otros proyectos. En 2010 participó del programa Singularity University de la NASA, y fue allá donde empezó a pensar satélites a escala individual. Su primer nanosatélite, CubeBug-1 o «Capitán Beto», fue lanzado al espacio en junio. En esta entrevista habla de hardware libre, la importancia de tomar riesgos, las promesas de la tecnología y el espacio exterior como un bien común.

Emiliano Kargieman dando una charla TED.

¿Cómo se hace para pasar de la visión de democratizar el espacio a los satélites?

Tenés que tratar de convencer a otra gente de que se puede. Y si tenés suerte, te encontrás gente que te dice por qué no se puede: no podés hacerlo por esto, por esto, por esto y por esto. Tuve la suerte de que al principio tuve un interlocutor técnico en NASA que la primera vez que fui me mató, me listó todas las cosas que no se podían. Me quedé un mes laburando sobre eso y le dije “eso se resuelve así”. Y me volvió a matar, y así, tuvimos una interacción de ese tipo con varias personas. Había estado laburando solo, apenas con alguna persona con la que rebotar ideas, hasta que llegó un momento en que pude hablar con gente que yo sabía que sabía, o de la industria en la que me estaba metiendo, o de la tecnología en la que me estaba metiendo, y que empezaron pensando que yo estaba loco pero terminaron pensando que algo de lo que yo decía tenía sentido. Una vez que llegué a esa etapa decidí “lo hago, me tiro a la pileta y lo voy a hacer”. Entonces hablé con el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, y le conté el proyecto, que era desarrollar el prototipo de los satélites de manera abierta, para el dominio público. Él me presentó a Tulio Calderón, gerente de proyectos aeroespaciales del INVAP, una empresa de alta tecnología de la provincia de Río Negro, donde fabrican satélites grandes. Y me dijeron sí, vení para acá, con esa idea super loca que era muy distinta de lo que ellos hacen, sentate acá para poder hablar con nuestros ingenieros y pelotear tus ideas con gente que sabe de cómo se hacen satélites más tradicionales, y también tratar de convencerlos de que hay otras maneras de hacer las cosas que hacemos.

Pegaste un salto del software al hardware. ¿Habías trabajado fuera del software antes?

No. Pero no hay tanto salto hoy en día. Creo que en otra época por ahí el salto era mucho más grande. Hoy estás en un momento en que se diseña, se prototipa, hay mecanismos de prototipado rápido y de manufactura rápida, que te permiten encarar proyectos de cosas materiales, como satélites o como edificios, no importa, con procesos muy similares a la industria del software. Esto en general no está tan aprovechado en la industria espacial como en otras, es una de las claves de por qué estamos haciendo las cosas de una manera tan distinta.
Básicamente lo que hicimos es una plataforma de nanosatélites abierta para la usen laboratorios, institutos de investigación, universidades, incluso individuos que quieran construir tecnología para el espacio. El diseño mecánico, de hardware y de software está abierto para terceros, para fines no comerciales, pero abierto para que se puedan hacer cosas. Yo te doy los planos y lo hacés. Incluso un estudiante puede hacer estos satélites.

El equipo que creó Manolito festeja el lanzamiento.

Una vez que el satélite está lanzado, ¿qué pasa? ¿Cómo se controla?

Emite señales que se van captando en distintas partes del mundo, a medida que recorre su órbita. Y esto es lo genial: apenas lanzamos el Capitán Beto, en junio, empezamos a recibir mensajes de radioaficionados de todo el mundo que nos decían «ya pasó por acá». Los radioaficionados son una comunidad increíble, acostumbrada a trabajar en conjunto por el gusto de colaborar.  Hoy el crowdsourcing es fundamental para el desarrollo.

¿Para qué pueden servir los nanosatélites?

A largo plazo se van a poder usar para todas las cosas para las que se usan los satélites tradicionales: comunicaciones, broadcasting de tv, tomar fotos y video, telefonía, gps, navegación… Con un satélite de dos kilos no podés hacer exactamente las mismas cosas que con uno de dos toneladas, pero hacés el mismo tipo de cosas, aunque de manera distinta. Es como decir: si uso una motito, ¿puedo hacer transporte de mercancía? Y sí, no es lo mismo que usar un camión, y no es lo mismo que usar un tren de carga, pero se puede; hay algunos ambientes en los que es preferible tener una moto y no un tren de carga.

Cuando hablás de democratizar el espacio exterior, ¿qué te imaginás a mediano plazo?

Creo que en este momento la industria espacial está dejando de ser dominada por naciones, estados y agencias estatales y está pasando la iniciativa a la industria privada, a empresas cada vez más pequeñas, y eso es parte del proceso de democratización. Esto ha pasado con otras industrias, la más notable es la informática, que empezó siendo una industria de guerra, financiada y sostenida por gobiernos, y pasó a ser una industria de muy pequeñas empresas. Otra cosa que se da en este proceso de apropiación de la tecnología es que aparecen usos que eran impredecibles, y se empiezan a cumplir las promesas de cómo este tipo de tecnologías pueden ayudar a cambiar la vida, a mejorar la vida de todas las personas. Yo confío en que a ese nivel en el espacio va a pasar algo similar.

¿Te imaginás algo concreto?

Hay varias direcciones en las que está avanzando la industria. En el futuro vamos a ver desde integración de información que viene del espacio en las tomas de decisiones diarias, tanto de las personas como de los gobiernos, hasta mucho más turismo espacial, la posiblidad de salir al espacio a ver de qué se trata, hasta cosas más locas como por ahí hacer minería de asteroides, empezar a buscar materiales preciosos en asteroides o en la luna, y eventualmente yo creo que en nuestras vidas vamos a ver bases permanentes o semipermanentes de personas en otros cuerpos, probablemente en órbita, probablemente en la luna, me encantaría que en Marte… es algo que veo accesible y que creo que va a tener mucho sentido: un sentido moral, salir de la Tierra, porque podemos, porque es parte del descubrimiento del hombre, también por una razón si querés moral que es poder hacer un backup de la riqueza biológica de la tierra para cuando la destruyamos del todo.

 ¿Por qué no se hizo antes esto?

Yo creo que se dan una serie de factores, pero cuando este tipo de industrias están manejadas por gobiernos y por agencias espaciales, empiezan a tener una mentalidad de que no podés fallar, los proyectos que se hacen tienen que ser exitosos. No fue lo que pasó de 1957 a 1969, que es el origen de la carrera espacial. Del primer satélite en órbita, el Sputnik, en 1957, al primer hombre en la luna en 1969, el desarrollo fue exponencial y rapidísimo, pero porque se tomó muchísimo riesgo. Después se empezó a tomar muchísimo menos riesgo, porque la carrera espacial ya estaba ganada. La industria espacial se convirtió en algo reacio a tomar riesgos, y cuando vos no querés tomar riesgos no se hacen cosas nuevas.

El espacio exterior, ¿de quién es?

Es de nadie. Es de todos, común. No hay legislación al respecto, y todo eso se va a tener que regular. Es un horizonte completamente nuevo.

 

Una versión más breve de esta entrevista fue publicada en la revista Noticias el 8 de septiembre de 2013.

Yapa

¿Querés hacer un satélite? El código está aquí: https://github.com/satellogic/canopus

Y aquí la charla que dio Emiliano Kargieman en TEDxRíodelaPlata 2013, “Hackeando el espacio exterior”.

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