Diego Isabel La Moneda, director de NESI: «El modelo perfecto de economía colaborativa lleva los valores del bien común»

Diego Isabel La Moneda, fundador de NESIHoy comienza NESI, el New Economy & Social Innovation Forum, en Málaga, donde más de 400 actores de las nuevas economías se reunirán a cocrear un esquema más humano de finanzas, producción y consumo. El organizador principal del encuentro es Diego Isabel La Moneda, fundador del Global Hub for the Common Good y coordinador de expansión de la economía del bien común. Esta entrevista fue realizada en noviembre pasado, en el marco de Colaboramerica.

¿En qué puntos la economía colaborativa y el bien común están juntos y en qué punto no?  Hay áreas que se hacen llamar “economía colaborativa” que no tienen nada que ver con el bien común.

Ahora hay dos corrientes de economía colaborativa. La corriente más anglosajona, que te encuentras en Estados Unidos e Inglaterra, está presentada como una nueva forma de hacer dinero.  “Tú puedes ser el próximo Uber” y tal, “vamos a hacer mucha plata con eso…” la “sharing economy”. Luego está la economía colaborativa que es la que yo llamo basada en valores, que en OuiShare creo que en general es la que se encuentra, que es cómo mediante la colaboración, que es algo innato a las personas humanas, podemos transformar la economía en algo beneficioso para las personas y para la naturaleza.

Por dónde me gustaría que se conecte la economía colaborativa y el bien común, es que si tú a la economía colaborativa le pones los valores de la economía del bien común, para mí ese es el modelo de la economía colaborativa perfecta, y si a la economía del bien común le pones la metodología de la economía colaborativa, la catalizas, la haces mejor. La haces que llegue a más, más moderna y más adaptada a los tiempos.  Si a la economía colaborativa no le pones los valores del bien común, en este marco capitalista es una forma de hacer dinero, utilizando sí la eficiencia de los recursos, porque pueden hacer uso de estos recursos el que lo pone y el que lo usa y tal, pero al final hay un propietario que se hace rico. Y si a la economía del bien común no le pones esa veta colaborativa de comunidad, de compartir, de maximizar la eficiencia de los recursos a través de la colaboración, pues se queda en valores, pero le falta un poquito de adaptabilidad para lo que es la economía real.

Escuché a Christian Felber en Buenos Aires hace tres años y me dejó esa sensación: “qué lindo lo que dice pero lo veo lejos todavía, difícil para el mundo capitalista en el que vivimos». ¿Cómo lo están trabajando ahora para que la economía del bien común deje de ser sólo palabras bonitas?

Esto lo he hablado con Christian hace ya un año y medio, y por eso he creado el Global Hub for the Common Good. Vamos etiquetando, etiquetando, y las etiquetas nos van separando, y yo soy un loco que quiere cambiar el mundo. Tenemos que colaborar entre movimientos de nuevas economías: economía circular, economía colaborativa, economía social, economía del bien común, cada una aporta. Hasta que no veamos que somos parte del mismo ecosistema, no andará.

Por otra parte, en la economía del bien común siempre decimos que si tu empresa se porta bien con el medio ambiente, con sus empleados, con los proveedores y blablabla será beneficiada por el sistema. Pero no estamos trabajando en eso:  compras públicas, calidad… El tiempo que dedico a la economía del bien común es para difundir estos conceptos en gobiernos, tanto locales y nacionales como la Unión Europea, para que realmente sea verdad eso que decimos. Hay algunos municipios que lo están incorporando a la compra pública. Vamos muy poquito a poco, el cambio va avanzando pero muy lento; yo soy una persona muy impaciente, me gustaría que fuera más rápido.

¿Cómo podría acelerarse?

El punto crítico yo creo que es que encontremos un país que realmente apueste a todas estas nuevas economías; digo país porque tiene la dimensión necesaria para poder tomar medidas sin depender de otros. Siempre digo un país mediano, como Uruguay o Costa Rica, no más de 8 o 9 millones de personas. Un lugar como el Uruguay de Mugica, donde pueda aterrizar la economía del bien común, la economía colaborativa, la economía circular, y con la gente de ese país, si realmente tienen esa capacidad y ese conocimiento, ver un cambio real en todos los niveles, desde personas a empresas y gobiernos. Si logramos eso, otros países mirarán: “Ah, es posible! La utopía, tan bonita». Porque yo estoy convencido de que es posible, pero sólo si se implementa de forma integral.  De momento es «esta empresa hizo esto esto, este municipio hizo esto». Somos como granitos de arena en el mar, como gotas en el desierto, y necesitamos aterrizar en una zona holística donde personas empresas y gobiernos muestren que se puede cambiar también el primer sistema.

La matriz del bien común, la herramienta para evaluar hasta qué punto una empresa o municipio está alineada a los valores del bien común, ¿se usa?

Hay como 2000 empresas que la están usando. Y hay una matriz municipal que están usando ya cinco o siete municipios. Yo siempre me ha mantenido al margen de esa parte más de empresa porque me interesa la parte más sistémica. A mí me gusta mucho la economía del bien común, pero hay otras soluciones, otros modelos: sistema B, por ejemplo. Mucha gente reduce la economía del bien común hacer cumplir normas a las empresas y a mí me gusta la parte holística:  cambio de persona, cambio de empresa, cambio de educación, cambio de gobierno.

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