Brindemos: el plan C cumple un año online

 

el plan C cumple un año - foto de Leo Prieto, bajo licencia CC 2.0

Hoy sábado 15 de noviembre el plan C cumple un año en la web. Fue un año intenso para la economía colaborativa y la cultura libre, tanto en Argentina como en América latina y en el mundo. Estoy feliz de acompañar estos movimientos, orgullosa de promoverlos y esperanzada de verlos crecer cada día más.

Cuando empecé a leer sobre economía colaborativa y cultura libre, en julio de 2013, se me unieron los puntos entre muchos elementos que me marcaban pero hasta entonces no había relacionado: el gusto por andar liviana, el rechazo al hiperconsumismo, la búsqueda de la sustentabilidad. Couchsurfing y el compost del jardín, los viajes compartidos y las gratiferias, hacer dedo e intercambiar semillas. La convicción íntima de que rico no es el que más tiene sino el que menos necesita, de que el lujo es vulgaridad y que no hay libertad mayor que independizarse de lo material. Las ganas ingenuas de hacer del mundo un lugar mejor, que habían quedado archivadas en la adolescencia, volvían cargadas de herramientas. Me propuse curar y difundir las noticias de economía colaborativa y cultura libre que llegaran del norte; y a la vez recopilar y dar visibilidad a lo que pasa en Argentina y la región. La web, tan accesible ella, fue el camino.

En cuanto arranqué, el mundo conspiró a mi favor; el primer paso me arrojó a una espiral vertiginosa de serendipia. En la misma semana de agosto descubrí que estaban en Buenos Aires la gira latinoamericana de OuiShare y la cumbre bianual de Creative Commons, con la presencia estelar de Lawrence Lessig. Fue meterme de cabeza en este mundo y no querer salir; empecé a cubrir eventos que sentía afines, y cada uno abría cuatro puertas. En la HacksHackers Mediaparty viví mi primera hackatón con activistas de la cultura libre; en la reunión de espacios de coworking impulsada por el gobierno de la ciudad conocí a los amigos de Neti y el CMDLab; en el encuentro de fabricación digital organizado por el CMDLab, a los compañeros de ruta de Minka; en el Día del Emprendedor, que giró en torno a la idea de lo colaborativo, ya reencontraba viejos conocidos, al igual que en el seminario Bienes comunes y bien común. Para cuando llegó el Día Internacional de la Colaboración, en enero, pudimos impulsar dos eventos colaborativos simultáneos.

Así arrancó 2014, y en febrero empezamos las consultorías colaborativas Open Minkas con la gente de Minka Banco de las Redes, por las que pasaron ya más de 150 personas. Junto a ellos organizamos en mayo la Semana de la Economía Colaborativa, un hito: más de un centenar de actividades descentralizadas en veinte países. En el otoño tuve el gusto de hablar de economía colaborativa en Green Drinks y GranOla. En junio llegó el Día de la Colaboración de invierno, y en septiembre, la Semana de la Movilidad Sostenible; este mismo mes se celebraron la primera Feria de Hacedores y la primera Disco Sopa del país. Y ni hablemos de hackatones, gratiferias y encuentros de innovación, colaboración y datos abiertos, porque perdí la cuenta.

La difusión avanzó. Los grandes diarios y revistas del país se unieron a los principales medios del mundo para cubrir los espacios de coworking, las plataformas para compartir viajes en auto y comprar y vender objetos usados, el estallido sideral de la impresión 3D, el avance polémico pero imparable de empresas como Airbnb y Uber y los cambios que trae la política de datos abiertos; aquí algunos artículos. Para aportar mi granito de arena, en julio empecé a publicar la primera columna especializada en economía colaborativa del país, en el portal de la Agencia Télam. También difundí en radio, y pude presentar el tema en el encuentro CoLabOradores.

Hablar de economía colaborativa es hablar de eficiencia de recursos y de lazos humanos, de solidaridad y de capitalismo, de producción de pares y sistemas distribuidos, de confianza y reputación. De comunidades horizontales, acceso y sustentabilidad, autogestión y respeto, consumo y finanzas, responsabilidad y participación. Es también hablar de casas, autos y bicicletas, de alimentos y de educación, de fabricación digital y libros que circulan, de huertas y cursos, de ropa de mano en mano e ideas que avanzan gracias al trabajo colectivo.

Hablar de cultura libre es hablar de datos abiertos, código abierto, diseño abierto, gobierno abierto: es abrir las cabezas a una nueva forma de producir, compartir y hacer circular la información. La cultura libre promueve la horizontalidad y la responsabilidad de cada ciudadano; invita a salir del rol de consumidores pasivos para involucrarse. En un mundo donde la información es poder, la cultura libre no se agota en el software, ni en los archivos de dominio público, ni en la lucha contra la censura y por la neutralidad de la red: apenas empieza ahí, como base para, de a poco, buscar un mundo más igualitario.

Este año disfruté horas y horas de leer y enterarme de cosas que están cambiando el mundo, y de pensar en cómo encontrarle la vuelta para que sea para bien. Pero lo mejor es que conocí, en persona o de manera virtual, a cientos de compañeros de ruta que trabajan en este sentido. Entrevisté a gente increíble (y la mayor parte de esas entrevistas todavía no fueron publicadas). El plan C recibió 11.000 visitas -de 730 ciudades,  71 países, 5 continentes-, y mantiene un diálogo constante a través de facebook y twitter. Dos colaboradores permanentes y una decena de columnistas especiales aportaron coberturas únicas a larga distancia (como esta, esta o esta).

Cada día, todos ellos -todos ustedes- nutren a el plan C de nueva información e ideas. Son muchas más de las que puedo procesar; mucho queda como proyecto para el segundo año, que empieza hoy. Conversar, debatir, pensar y trabajar con ellos -con ustedes- me hace feliz. Gracias a todos. Y arriba las copas.

(Y de paso: mi sitio es su sitio. Todas las colaboraciones son bienvenidas. Quien quiera difundir, escribir, contar, proponer mejoras, pase nomás: contacto@elplanc.net.)

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