¿Es «economía colaborativa» una mala palabra? Capitalismo de plataforma y comunicación

En una pared de Neukölln, Berlín.

Este post es parte de la serie #balance2016

2016 fue el año en que más se habló de economía colaborativa, en Argentina y en el mundo. En parte por el avance de grandes -y polémicas- empresas como Uber, en parte por una maduración del campo que llevó a que florezcan eventos sobre este tema como Comunes, el Kultursymposium y Colaboramerica, y también a varias notas de tapa en importantes medios. Sin embargo, en la cresta de la ola de lo nuevo habita lo viejo: quizás sea hora de evacuar el término.

La lengua es un campo de batalla y todo el tiempo se corre la cancha. Cuando empezamos a pensar en estos temas, hace tres años, tomamos la decisión de hablar de economía colaborativa, en lugar de usar otros términos como consumo colaborativo, economía del compartir o compartida, que nos parecían menos abarcativos. Hoy la etiqueta «economía colaborativa» es vista por suspicacia por muchos promotores de la cultura libre y los bienes comunes, a tal punto que a veces nos preguntamos si todavía vale la pena defenderlo o más vale abandonarlo como tierra arrasada e inventar otro nombre para lo que queremos apoyar.

Lo vimos con claridad en el Kultursymposium Weimar, quizás el evento más grande y abierto -en el sentido de abierto a diversos tipos de participantes- sobre las ideas de intercambiar y compartir. Fue en Alemania, en junio, organizado por el Instituto Goethe y con participantes llegados de todo el globo, incluidos Jeremy Rifkin, Evgeny Morozov, Eva Illouz, Tomas Sedlacek y muchísimos otros. Allí, en la ronda de conclusiones de cierre, se manifestó el hartazgo sobre las conversaciones del modelo de negocios de la sharing economy representada principalmente por Uber y Airbnb. Una estudiante de Weimar resumió: «Si la sharing economy es igual a capitalismo 2.0, no sirve; mejor hablemos de buen vivir».

Ahora bien, ¿es economía colaborativa lo mismo que sharing economy, o es otra cosa? El término «collaborative economy» en inglés tampoco salva las ambigüedades; la misma Rachel Botsman, en teleconferencia con el Kultursymposium desde Sydney, confirmó que sigue pensando en plataformas como modelos de negocios. ¿Se puede englobar en un mismo término a Uber, Wikipedia, Faircoin y las huertas comunitarias?

Uno de los términos que surgieron para poner un poco de orden es «capitalismo de plataforma» (platform capitalism), útil porque saca todo el campo semántico del compartir y el colaborar de empresas que se han vuelto grandes y ferozmente competitivas. Esto por supuesto trae también nuevas preguntas: por ejemplo, ¿es todo lo que ha relevado el informe del BID Fomin en América latina economía colaborativa o capitalismo de plataforma? ¿O hay que ver caso por caso? A mediados de año comenzamos a recopilar también diferentes modelos que proponen formas de clasificar iniciativas «colaborativas» con el ojo puesto en la ética.

Ante la duda, y a priori, desde hace un tiempo empezamos a sumar un par de eses y hablar de economías colaborativas, en plural. La idea es que el pluralismo ayude a pensar más abierto, como antídoto al recorte conceptual de los términos.

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