La colaboración sale a la cancha
Ayer charlamos sobre economía colaborativa con mi viejo: la idea de capacidad ociosa y las muchas maneras de acceder a algo sin comprarlo. “Claro, como en Boca”, me sorprendió. “El domingo pasado me dieron un volante donde me ofrecen avisar si no voy a usar mi platea, para que ellos puedan venderla, y a mí me hacen un descuento en el abono”.
El programa se llama Abono solidario y se ofrece como “exclusivo para socios de Boca”. “Permite a los abonados que no asistan a un partido ceder sus ubicaciones para que otros socios puedan asistir al evento”, se promociona. Pero no es pura “solidaridad” del socio para que la empresa facture la misma silla dos veces: “Cada vez que tu ubicación es comprada por otro socio, acumulás estrellas para aplicarlas como parte de pago al momento de renovar tu abono”, se dice como incentivo.
Boca Juniors es una empresa con más de cien mil socios que pagan su cuota mes a mes. Es, también, el organizador de espectáculos deportivos más popular –y más demandado– del país; la reventa de entradas alcanza precios siderales. Con una cantidad fija de plateas para vender, era cuestión de tiempo que encontraran la manera de maximizar su comercialización.
Por ahora, para decir la verdad, el trato no se ve demasiado ventajoso para el socio que cede su platea. El reglamento del abono solidario establece condiciones rígidas y poca retribución, en comparación con las enormes ganancias que el club puede obtener. Pero es un primer paso, y un indicador de que la economía colaborativa es, en términos de Rachel Botsman, “mucho más que chicos compartiendo juguetes en el arenero”.