Colaboramerica 2017: tres días de conversaciones en 40 pósters
Pasó el Colaboramerica 2017, la segunda edición del festival en la zona portuaria de Río de Janeiro, con su vendaval de ideas y música, de gente y cerveza, de reencuentros y agua filtrada y hackatones a toda hora y helados veganos de paçoca, algo muy parecido al Mantecol pero diferente.
Fue, como todo en Brasil, grande. Muy grande, incluso mucho más de lo que había sido el propio Colaboramerica en 2016. Más espacios, más programación, más invitados, más asistentes, más puestos de comida, más propuestas, más ruido. Las salas pasaron de cuatro a ocho, sin contar los espacios informales para talleres y charlas breves en pasillos y lugares de encuentro. Esto duplicó las plenarias: las charlas principales, en galpones grandes, con capacidad para cientos de asistentes y equipo de traducción simultánea. Y también, en las dos plenarias trabajaron intensamente las chicas del equipo de facilitación gráfica, Karmel Arruda y Luisa Diebold, que trataron de condensar cada charla en un póster. Casi todos pueden verse en esta galería que preparamos para traer aunque sea un resumen de lo conversado.
En total hubo unas 150 actividades programadas, desde conferencias hasta talleres de autoconocimiento, performances, baile y hackatones (¡tres simultáneas!), y un repair café al mejor estilo de nuestro Club de Reparadores. Se sumaban las charlas y talleres de generación espontánea que se daban en el «palco libre» (escenario abierto) al fondo del espacio, donde se dieron algunas de las conversaciones más ricas. En el medio, el gran patio de comidas (y bebidas), centro neurálgico del encuentro. Allí volvieron a verse los ecovasos de 2016, con un detalle avanzado: en vez de pedir agua, los asistentes podían servirse directamente usando jarras con sistema de filtrado. Importante en un lugar que suele rozar los 30 grados.
Regenerar, de la persona al planeta
El programa tenía como palabra clave «Regenerar», y estaba organizado en cuatro ejes: individuo, organizaciones, sociedad y planeta. Es una quimera intentar resumir 150 actividades, pero aquí vamos al menos con algunos tópicos fuertes: blockchain, derechos de la mujer, ancestralidad, cultura negra, economía circular, responsabilidad de las empresas, ciudades, ciudadanos, favelas, seguridad digital, iniciativas de impacto social, algoritmos, resiliencia, no violencia. Los oradores y coordinadores llegaron de todas partes: de Francia y Estados Unidos, de Nueva Zelanda y Colombia, de España y Alemania y de cada rincón de Brasil.
Entre los conferencistas que dejaron huellas en el auditorio se cuentan el francés Jean-François Noubel, especialista en inteligencia colectiva que se define como «humano open source» y vive desde hace años de la economía del regalo. Él propuso pasar «del homo sapiens al holo sapiens», y del «blockchain al holochain», entendiendo por «holo» una integración inteligente del ser humano con los sistemas vivos. También encantó a la audiencia Lala Deheinzelin, quien actuó y hasta cantó poniendo en escena una representación del mundo dentro de veinte años. Entre los workshops sobresalió la propuesta del alemán Yatan Blumenthal: aprender prototipado rápido haciendo cocktails.
Por la puerta siempre abierta del Colaboramerica pasaron unas 1500 personas por día. El equipo de OuiShare América latina dijo presente con integrantes de México, Colombia, Perú, Ecuador, Chile, Argentina (representada por la colombiana Catherine Fox) y por supuesto Brasil. Los argentinos éramos pocos y variopintos, uno de cada pueblo: Víctor Mochkofsky, fundador de Espacio Abasto, Córdoba; Guillermo Navarro, de Mendoza Emprende; Nati Lombardo, que desde hace años vive en Nueva Zelanda y es parte del equipo fundador de Loomio junto a su pareja Richard Bartlett; Santiago Siri, que llegó de California para participar en una mesa llamada «Blockchain para el bien»; y Fernando Daguanno, diseñador y maker que desde hace dos años desarrolla su proyecto ludoeducativo Alquimétricos en Río. Desde Buenos Aires, solo Pedro Tarak, cofundador de Sistema B, y nosotros.
Hacia el cierre fueron condensando los comentarios sobre el encuentro. Escuchamos a mucha gente elogiar la diversidad de propuestas, y también a alguna quejarse de una cierta «orientación hacia las empresas» en un festival que precisó de mucha financiación para poder mantenerse gratuito. Lo cierto es que todas estas instancias de encuentro, sean más o menos alineadas con los intereses de cada quien, más o menos auténticas en sus mensajes y coherentes entre sus fines y sus medios, proporcionan eso: encuentros. Son una oportunidad para que participantes de diversas iniciativas nos conozcamos, nos crucemos, aprendamos los unos de los otros, quizás nos pongamos de acuerdo para trabajar juntos. No es poco.