Encuentro de software libre y economía social
Mariano Benedettini, miembro de la cooperativa de software libre Devecoop, viajó a Rosario para participar del 4to Encuentro de Software Libre y Economía Social, y nos lo cuenta. ¡Gracias!
Si durante la tarde del 29 de agosto alguien hubiese imaginado movimientos sospechosos en la sede del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos de Rosario, nadie podría haberlo culpado: la alta concentración de jóvenes –y no tanto– con barba podría haber hecho desconfiar aún al vecino más despistado.
Los miembros de Devecoop, de Buenos Aires, llegamos a San Martín al 1300 a las 3 de la tarde. Estábamos junto a los chicos de la Cooperativa Fiqus, a quienes ya conocía por haber compartido proyectos y partidos de fútbol, a pesar de que todavía no cumplí un año en el mundo cooperativo. No se trataba de ninguna actividad terrorista: era el 4to Encuentro de Software Libre y Economía Social, que organiza la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajo de Tecnología, Innovación y Conocimiento (Facttic). En su primer día reunió a más de 250 personas de todo el país; el sábado 30 se dedicó al plenario de la federación.
Pasadas las 16, Leandro “Leíto” Monk, presidente de Facttic, presentó a Pablo Cabello, de Córdoba. Venía en representación de Itecnova, un grupo de profesionales de IT que trabajan en distintas cooperativas agrícolas y que se pusieron de acuerdo para compartir conocimiento y experiencias: una muestra de que a veces es necesaria la cooperación transversal para mejorar e innovar. Cuando terminó llegó el turno de Pablo Recepter, el CIO –sigla topísima para referirse al director del área informática de una empresa– del Banco Credicoop. Yo ya sabía que el Credicoop tenía como uno de sus objetivos principales la prestación de servicios financieros a la comunidad, que en castellano simple significa que es un banco que no te ahoga con el costo de los servicios y las tasas como sus pares de capitales privados. Durante la charla confirmamos lo que muchos ya sospechábamos: el banco reconoce formalmente, mediante cierta papelería interna, al software libre como parte integral de su compromiso con la comunidad. A esa preferencia le agregan una más: si pueden, eligen trabajar con otras cooperativas. Además, como marca la esencia del software libre, han liberado cuanto código han podido. No soprendió cuando contó que estaban migrando paulatinamente la infraestructura desde mainframe a servidores Linux Debian y Redhat, esta última es la distro –distribución, en la jerga– por excelencia elegida por proveedores de productos Enterprise.
Luego de las dos charlas nos dejaron sacarnos algunas dudas mediante el micrófono que Leíto le prestaba al barbudo que levantaba la mano más alto. Una de las preguntas fue, es, y creo que por mucho tiempo seguirá siendo un clásico: cómo funciona la implementación de las suites ofimáticas de software libre como opción al consabido Office. Pablo, el cordobés, recogió la pregunta y afirmó sin ponerse colorado: “No hemos hecho un estudio de costos para saber cuánto nos ahorraríamos usando una suite libre, pero entendemos que hay una diferencia entre pagar y no pagar”. Más allá del chiste (que todavía no sé si fue voluntario o no), el problema que impide la migración sigue siendo otro viejo conocido: las planillas relativamente complejas. Quedó claro que, al menos para las cooperativas que no se dedican específicamente a tecnología de la información (IT), el uso del software libre y la ideología que lo acompaña son importantes pero, al menos por ahora, están supeditados a los aspectos presupuestarios.
El siguiente grupo de panelistas fue de lo más heterogéneo, con un punto en común: el software libre en el Estado. Comenzó a hablar Héctor Sánchez; ”lo conocemos como Karucha en Lanux, el grupo de usuarios de Linux de Lanús”, me sopla SKA, confirmando la conexión entre los usuarios de Linux y las cooperativas de IT. Sánchez es el jefe de desarrollo de Huayra Linux, la distro creada por el estado nacional para las netbooks del programa Conectar Igualdad, que lleva entregadas unas 4 millones de máquinas. Huayra fue concebido para un boot dual (significa que debe poder dar la opción de arrancar Windows) y con una premisa en mente: debe funcionar perfectamente en cualquier modelo de netbook, desde el más nuevo hasta el primero que fue entregado. Héctor contó muchos detalles técnicos del proyecto e hizo hincapié en algo que a prácticamente nadie se le había cruzado por la cabeza: hay muchas trabas burocráticas y políticas que hacen que liberar código en el Estado no sea tan fácil. No obstante lo lograron, y hoy día todo el código de Huayra está disponible a la comunidad.
Luego habló Patricia Giardini, de la Municipalidad de Rosario, que luego de enumerar motivos para usar software libre que ya nos imaginábamos (seguridad, accesibilidad, interoperabilidad, etc.) nos cayó con la cruda realidad que un poco ningunea a la ideología que tanto nos gusta pregonar: hay un innegable factor económico que favorece el uso en el Estado. Completaron el panel Ángel Guzmán del Sistema de Información y Estadística Turística del Ministerio de Turismo de la Nación –SIET– y Federico Lazcano del gobierno de la provincia de Santa Fe.
A esta altura ya se veían zapatillas sueltas en el piso, cuyos dueños se ganaban miradas desconfiadas de los que los rodeaban respecto de la pulcritud de sus medias. Un mate cotizaba muy alto para los que nos habíamos olvidado de llevar el equipo y la esperanza de interceptar alguno de los que circulaban se iba desvaneciendo. Luego de las charlas vino nuevamente la ronda de preguntas. Recuerdo una que respondieron de manera similar los cuatro integrantes: es muy útil mostrar que el software libre realmente funciona ante funcionarios y políticos que puedan tener decisión en su adopción.
Un poco de desazón nos invadió a todos los cooperativistas cuando se anunció que el panel de proyectos de las coopes pasaba para el día siguiente. Finalmente no pudo llevarse a cabo.
A las 19.30 estábamos en la vereda tomando un poco de aire cuando vimos llegar al diputado nacional (UNEN – Santa Fe) Pablo Javkin con un trote apurado. Para los santafesinos, y en especial para los rosarinos interesados por el software libre, es un viejo conocido: es uno de los autores de la ordenanza gracias a la cual la municipalidad usa software libre en un alto porcentaje. Antes que él comenzó a exponer Javier Bárcena, asesor de la senadora Silvina García Larraburu (FPV – Río Negro). Contó sus experiencias aportando a la redacción de un proyecto de ley nacional que esperamos sea presentado pronto. Contó que Dios –Richard Matthew Stallman, fundador del Movimiento del Software Libre– le disipó dudas y aconsejó con respecto a algunos puntos que él no tenía tan claros –¿a ustedes también les viene a la cabeza la imagen de RMS vistiendo una de sus túnicas y redactando emails en Emacs?–. Por suerte Bárcena nos aseguró que había un par de conceptos importantes que serán inexorablemente volcados en el proyecto de ley: la soberanía tecnológica y la obligatoriedad –nada de optatividad– de usar software libre en el Estado nacional.
Pablo Javkin expuso un proyecto con muchos puntos en común. Hubo un punto que después se prolongó en un mini-debate en la posterior ronda de preguntas: la obligación de hacer públicas y renovables cada dos años las excepciones de software privativo cuando por cualquier motivo no se pueda usar software libre. “Por suerte en la provincia de Santa Fe el lobby de Microsoft llegó tarde, con la ley ya sancionada hacía dos años; ojalá que pase lo mismo en Nación” bromeó acerca de una llamada telefónica que recibió cuando era diputado provincial. “No ayuda a nivel nacional que haya pocos municipios y provincias con leyes e implementaciones de software libre, en esto siempre es mejor ir desde abajo hacia arriba, cuando las personas que deben implementar están convencidas de usar software libre” agregó después. Mi cabeza lo asoció con el diseño bottom-up.
Por suerte alguien me ahorró el trabajo de hacer esta pregunta: ¿por qué la aplicación de la ley, y por supuesto la implementación de software libre, en la provincia de Santa Fe no funciona como en Rosario? El diputado explicó que en Rosario la municipalidad usa software libre desde mucho antes de que saliera la ley. “Me reuní con la gente de sistemas para mostrarles mi proyecto de ordenanza y me fui con más ideas y anotaciones de las que había llevado”, confesó. También reconoció que la ley es un poco laxa con respecto a plazos otorgados a algunas áreas que toman decisiones políticas y económicas. Nos dejó tranquilos que el proyecto de ley nacional de obligatoriedad de software libre en el Estado probablemente sea un ejemplo en la región, y que además a corto plazo hay chances relativamente concretas de que salga. Sin embargo, también entendimos que sigue habiendo un problema insalvable: la voluntad política del poder ejecutivo de turno.
Eran alrededor de las 21 cuando empezamos a partir hacia Pichangú, el bar cooperativo de Rosario, donde hacen de las mejores pizzas en la zona –aunque mi amor por la pizza porteña sigue intacto– y donde por suerte a nadie se le ocurrió pedir algo que es bastante desconocido en nuestro litoral: fainá.