#KSWE16: Sedláček e Illouz discuten sobre la comoditización de la vida
El primer debate del Kultursymposium, en la hermosa locación del centro de congresos Weimar Halle, fue picantito. Después de las palabras de bienvenida de parte del director del Goethe-Institut, estrenó el micrófono Tomas Sedláček, un interesante economista checo, autor entre otras obras de Economía del bien y el mal. En palabras muy simples, argumentó que la mayor parte de nuestras interacciones cotidianas son no monetarias: las que se dan en el ámbito familiar, entre compañeros de trabajo o entre amigos. También llamó la atención sobre la curiosa diferencia entre las normas implícitas de la compraventa y el regalo. «Cuando estás vendiendo algo, tenés que demostrar que es bueno, muy valioso, y que para el otro será muy conveniente comprarlo. En cambio, cuando estás regalando, lo que hacés es sacarle importancia a lo que das: ´¡si no es nada!´. Del mismo modo, cuando comprás buscás el máximo valor para tu dinero y conseguir la máxima satisfacción; cuando te regalan, exagerás la alegría: ´medias con elefantes, justo lo que quería!´. Sedláček marcó la diferencia entre el intercambio monetario puro y las tantas otras formas rituales en que lo envolvemos, a veces literalmente, como cuando necesitamos poner un billete en un sobre para que se convierta en un regalo, o cuando pagamos la cuenta en el restaurante intentando que el otro no nos vea. Su punto es que ahí hay un plus, un algo más no monetario que es más importante.
Luego llegó el turno de Eva Illouz, una socióloga israelí especializada en el campo de interacción entre la intimidad y la sociedad de consumo, autora de libros traducidos en Argentina como Por qué duele el amor. Ella empezó con polémica, asegurando que la palabra «compartir» es muy ambigua. Dijo después que el individuo no es menos importante que el grupo y que compartir no es «filosóficamente más elevado» que no compartir. El panel se completó con el antropólogo alemán Hans Peter Hahn, quien retomó la diferencia entre regalo y mercancía desde el concepto de reciprocidad, que definió como «un arte en sí mismo».
Después arrancó la discusión. Donde Sedláček veía el vaso medio lleno -«hay muchas áreas de nuestra vida fuera de la lógica del mercado»-, Illouz lo veía medio vacío -«el capitalismo y la sociedad de consumo colonizan más y más áreas de la vida». Fue muy interesante cómo usaron los mismos ejemplos para argumentar en direcciones opuestas. En una tarjeta que dice «Feliz Día de la Madre», Illouz veía a la sociedad de mercado poniéndole un precio al sentimiento del amor filial, mientras que Sedláček entendía lo contrario: que el hecho de tener que tomarse la molestia de ir a elegir una tarjeta y comprarla, en lugar de darle a la madre el dinero equivalente, mostraba que había otra cosa. A medida que se acaloraban los ejemplos cruzados (cosas como «nadie le paga a su esposa por la comida», respondidas por «las feministas pusieron en agenda la visibilización del trabajo doméstico»), Hans Peter Hahn intervino con criterio para aportar que todos los casos son sensibles a la variación cultural, una verdad de perogrullo que se vuelve importante ante los intentos de universalización de frases como «nadie paga por su novia». Hubo un murmullo de aprobación en la sala, llena de invitados llegados de puntos tan dispersos en el mapa como Johannesburg y Novosibirk, Jakarta y Nueva York, Manila y Buenos Aires.
Finalmente, Sedláček cerró con una nota optimista, asegurando que hoy el mundo es más democrático: sostuvo que no hay una diferencia sustancial entre el celular más caro del mercado y el más barato, y que potencialmente casi toda la humanidad tiene acceso a internet. Si bien un poco eurocéntrico, fue un gran primer debate, que nos dejó a todos con ganas de seguir. Más detalles de la conversación en este storify.