1. Enero: Arranca el año de la reparación

El 28 de noviembre de 2015 se estrenaba en Parque Lezama el Club de Reparadores. Fue un éxito rutilante. A principios de enero de 2016 tuvo lugar la segunda edición, en Bariloche y reforzado con impresión de repuestos en 3D. Enseguida hubo otra en Córdoba, y en febrero en el Club Cultural Matienzo (dos ediciones), y después en el CMD, y en Chela, y en Neti, y en Tecnópolis, y en Montevideo, y en ¡Brooklyn! y…

Desde su modesta página de Facebook, el Club juntó más de 17.000 fans que son eso, verdaderos fans, entusiastas de la reparación que se multiplican -virtuales y reales- de edición en edición. Se multiplicaron los rubros: electricidad y electrónica, costura, marroquinería, encuadernación, ciclomecánica, carpintería, luthería, hasta impresión de respuestos en 3D. En cada encuentro se sumaban nuevos reparadores voluntarios llegados de lejos a propulsión de entusiasmo: “Siempre me gustó la electrónica”, “yo me doy maña”, “mi abuela me enseñó unos trucos”, “me gusta arreglar bicis”, “quiero ayudar” eran las frases que más se escuchaban. Una vuelta un electricista amateur llegó porque había escuchado la propuesta “en el programa de Beto Casella”: los medios, grandes y chicos, amaron al Club, que salió en todos los diarios, multitud de radios y programas de televisión.

Según los propios cálculos del Club, hubo en el año 883 asistentes y 1019 objetos arreglados. Seguro fueron más, porque en muchos casos hubo más reparación que registro. Ganaron varios premios y el apoyo de un sponsor como Suprabond (¿cómo solo uno?). Pero lo mejor fue la que idea se multiplica: la marca Patagonia ya armó sus propios eventos de reparación, y la Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad de Buenos Aires garantizó la realización de una serie de encuentros en el espacio público porteño. Y, más importante, los encuentros se sienten cada vez más naturales y necesarios. Para 2017 el plan es armar un protocolo para que florezcan clubes de reparadores en cada barrio.